El hotel balneario La Encarnación es mucho más que un alojamiento con encanto. El edificio de 1904 guarda parte de la historia de Los Alcázares con huéspedes ilustres, como Alfonso XIII y el Infante de Orleans, pero también un espíritu conservacionista que se ha evaporado en otras partes de la Región de Murcia. Ese empeño nos permite ahora disfrutar de un lugar histórico, que entre otros encantos, cuenta con los baños termales originales donde los clientes más distinguidos tomaban los baños templados con agua del Mar Menor. El complemento ideal a la visita a los baños es el comedor del restaurante, impregnado del encanto decimonónico, donde disfrutar de una excelente carta.
Los baños termales del hotel balneario La Encarnación merecen una visita por sí solos. Aún se conservan las pilas de mármol, realizadas de una sola pieza, con la grifería original y la tubería de plomo que conducía el agua del Mar Menor. Los huéspedes más distinguidos de la Región y del resto de España acudían a probar las propiedades terapéuticas que proporcionaban a la piel y las articulaciones la elevada salinidad del caudal de la laguna. Así lo propagaba el primer folleto publicitario que se editó en la Región, allá por 1904, en el que se detallaban análisis comparados de las aguas del Mar Menor con las de otros balnearios afamados de la época, como el de Cestona, Mondáriz, Marmolejo o Lanjarón. En el histórico ‘flyer’, como lo llamarían ahora, se desglosaban los cloruros, sulfatos, carbonatos, óxidos y silicatos de su composición, con clara ventaja para la laguna murciana.
Atravesar la puerta de madera y cristal de los baños termales es como adentrarse en aquellos primeros años del siglo XX. Tal vez sonaba en algún gramófono del hotel alguna melodía de Ravel, en aquel año en que salieron al mercado los primeros discos de doble cara (1904), mientras los clientes cerraban los ojos para relajar su cuerpo sumergido en una de las tinas de mármol. Las lámparas de tubos de cristal aún decoran los techos altos de este ala del edificio que alzó Alfonso Carrión Belmonte en 1900, según data el historiador Serafín Alonso. Junto a las bañeras, los palanganeros de madera antiguos, con agua salada para templar el baño, ya que el médico prescribía la temperatura exacta del agua según fuera la dolencia a tratar.
Los inquebrantables novenarios
Una antesala a los baños incluye una agradable salita, con la misma pátina elegante de la época, visible en sus sillones de tapicería y un piano con el que presumiblemente un músico ambientaría las horas ingrávidas del baño con algunas piezas líricas. La eficacia de los baños dependía del inquebrantable régimen del novenario, que los huertanos ya practicaban a mar abierto desde hacía tiempo de forma gratuita. El número de días de las inmersiones siempre debía ser impar para que, según la creencia popular, protegieran durante el resto del año del reúma y otros males. Según cuenta el historiador Serafín Alonso, las tarifas de la época fijaban el abono por los nueve baños en tres pesetas y cincuenta céntimos en tina de mármol. Incluía el regalo de la última inmersión como cortesía de la casa. Tenían preferencia para elegir hora los que se hospedaban a pensión completa en este edificio en primera línea de playa que ahora luce encalado con las persianas azules y los remates en rojo granate. El impulsor del hotel Juan Paredes, y después su hija, doña Paquita, han mantenido ese carisma intemporal durante más de un siglo.
Con el auge del pueblo a raíz de la actividad de la base aérea, acudían principalmente militares, políticos, hacendados, artistas famosos y empresarios mineros, ya que las cercanas minas de La Unión ya daban grandes fortunas. Los agüistas reposaban después en el refrescante patio con fuente por el que corría hacia el interior la brisa procedente de la playa. Tras la inmutable recepción, que aún conserva una antigua y brillante máquina registradora y otras reminiscencias de la época, en el patio, que continúa ofreciendo al visitante la misma aureola de paz, se daba paso al anochecer a los espectáculos que el hotel ofrecía a los clientes para mantener el ambiente festivo. Allí cantaron Antonio Machín y Marifé de Triana entre otros, para pilotos rusos, ricos mineros y destacados políticos que dieron fama y una historia dorada a Los Alcázares, pero esas son otras historias que iremos contando…
SIGUE LA SERIE DE REPORTAJES ‘LA ENCARNACIÓN, MEMORIA DE UNA ÉPOCA DORADA’ que iremos publicando en www.noticiermarmenor.com
Los baños termales se pueden visitar cualquier día del año (aunque el hotel solo está abierto de junio a octubre), acudiendo al restaurante La Encarnación, en el hotel o a la Oficina de Turismo.
Visita la GALERÍA DE FOTOS de La Encarnación y la lista de reproducción musical ‘La Encarnación’ en nuestra cuenta de Spotify pinchando aquí.