La primavera ha llegado también a la residencia El Molino, de San Javier. Después del desayuno en una de las soleadas mañanas en las que amanece esta acogedora residencia, la familia de El Molino participa en la sesión matutina que conduce Luis Melián, director del centro, en el luminoso salón.
A primera hora toca dar un repaso a las noticias de prensa, para que los abuelos y abuelas se mantengan conectados con la realidad del mundo exterior. «Opinan, preguntan y critican algunas noticias de las que hablamos en las sesiones, con el fin de que no pierdan el contacto con el mundo», explica Luis. Hace unos meses inició un juego de palabras que ha terminado por enganchar a los residentes. A la voz de ‘animales que empiecen por erre’, se pican en buscar respuestas incluso los que estaban un poco adormilados al calorcillo de los rayos de sol que filtran los ventanales. Al ‘rodaballo’ que se escucha al fondo de la sala, Josefina, con toda una vida como maestra a sus espaldas, contesta con un ‘ruiseñor’. «Les gusta el juego y además permite mantener la actividad mental y la relación entre el sonido de las palabras y su escritura», comenta Luis, que lleva un riguroso recuento de las letras con más respuestas.
A media mañana, sería imperdonable no aprovechar la brisa primaveral que permite caminar al sol por el jardín de 4.500 metros cuadrados. La sombra de los pinos parece el lugar ideal para sentarse a charlar o simplemente escuchar el revoloteo de los pájaros y el sonido del silencio que envuelve este entorno campestre. Recuerdos, reflexiones y algunas bromas surgen bajo el encaje de sombras que trazan las ramas de la pinada. Pepe, el presidente de los residentes relata sus tiempos al volante de un autobús. Largas vidas para compartir, que de vez en cuando devuelven a la memoria destellos de historias o capítulos vividos que andan revoloteando en la mente. «Después del ictus me he recuperado mucho, y gracias a la ayuda de los que trabajan aquí, que están siempre cerca y pendientes de lo que necesito», comenta Pepe. La tertulia prosigue después en el amplio porche de ambiente mediterráneo.
Ellas comentan el vivo color de las flores, las imágenes que de pronto vienen, como un golpe de viento a la memoria, de escenas familiares en las playas, las sonrisas que siempre provocan los relatos de los hijos y nietos, la crianza de los niños que, aunque queda lejos ya, mantiene imborrable la calidez de tantos años de entrega. Los familiares, todos esos hijos y nietos que están siempre presentes, llegan los fines de semana a esta gran casa. La agradable vida en El Molino facilita la convivencia, de modo que muchos familiares se quedan a pasar el día con los abuelos.
La actividad diaria se recupera entre semana, cuando la monotonía se rompe con las sesiones de cine semanales, los talleres de actividades manuales que estimulan la creatividad, los debates de actualidad, la musicoterapia, las diversiones en grupo que proporcionan las tardes de bingo o petanca. Siempre queda la sala del sosiego, donde algunos se retiran a reposar un rato, a cerrar los ojos y recuperar fuerzas entre la cotidiana rutina de la casa. De fondo se percibe un aroma a hogar, a deliciosas verduras cocinadas y, a medida que se sigue el rastro, ya se oye el trasiego de ollas y platos de esta cocina reluciente. La variedad de dietas diferentes se resuelve con distintos turnos de comedor, con sosegado ritmo, a la medida de cada uno. Ya ha habido bastantes prisas a lo largo de muchos años de trabajo y responsabilidades. Ahora queda disfrutar del descanso, la atención más cuidada y, como dijo el poeta Aleixandre, la única tarea de mantener vivo el entusiasmo de siempre.
El Molino es un centro destinado a personas mayores, 25 en régimen de residentes y 11 en Centro de Día, un servicio socio-sanitario y de apoyo familiar que cuida a personas afectadas por diferentes grados de dependencia, promoviendo su autonomía y su bienestar.
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