La calle Salón de La Ribera se queda muda

La calle Salón de La Ribera se ha quedado muda. La balanza entre el descanso y la diversión aún no ha aclarado de qué lado se inclinará, pero la orden municipal de retirada de las terrazas y de la clausura de los equipos de música ha levantado ampollas entre los jóvenes de la localidad, que han emprendido su defensa de los dos emblemáticos bares, Anubis y Apalache, a través de las redes sociales.

 

La denuncia ante la Fiscalía por parte de un vecino del edificio colindante ha llevado al Ayuntamiento a tomar medidas acerca de la actividad nocturna en la calle Salón. Los propietarios de los bares Apalache y Anubis, los afectados por los expedientes sancionadores municipales, están dispuestos a reducir tanto la hora de cierre como el número de mesas de la terraza, con el fin de aminorar el ruido externo de la calle peatonal. No será suficiente. Según el alcalde de San Javier, Juan Martínez Pastor, «desde mediados de julio los dos bares tenían un expediente sancionador por tener ventanas abiertas al exterior», a lo que se suma la «necesidad de actualizar las licencias de apertura y, para eso, tienen que presentar la documentación técnica que demuestre que tienen el local insonorizado y las medidas que marca la normativa general medioambiental».

Los bares deberán, por tanto, realizar las adaptaciones necesarias para que el ruido que se perciba en los domicilios de los vecinos no supere los 25 decibelios, mientras que dentro de los locales continúa la limitación a 80 decibelios. Mientras tanto, los dos locales de la calle Salón permanecen sin terraza ni música. «Somos propietarios de los locales y, por tanto, los primeros interesados en llegar a un acuerdo. No queremos llegar a los extremos», explican José González, dueño de Apalache y José Martos, propietario de Anubis. «Tengo toda mi vida invertida en el bar, hipotecada», afirma Martos, quien muestra su preocupación por este conflicto que «nos pone en riesgo de cierre y en la pérdida del personal contratado».

Los dos empresarios se encuentran aún estudiando las necesidades técnicas de los locales para adaptarse a la ley, aunque no ocultan su temor a que la inversión se dispare y les obligue a desistir de la obra. Con el cierre de las terrazas y la clausura de los equipos de música, la calle Salón, tradicional punto de reunión de los jóvenes de la localidad, se ha sumido en el silencio. No ha sido sin resistencia. Algunos han protagonizado en los últimos días una sentada con sillas de playa en la puerta de los bares como protesta por las medidas de castigo a los bares, que llevan abiertos más de veinte años. En las redes sociales, ya circula un video en apoyo a los bares de una localidad que no se caracteriza precisamente por su oferta de marcha nocturna.

Por su parte, el vecino denunciante respondió a este periódico que «prefiero mantenerme apartado».