Educación logra reducir un 93% los casos de absentismo escolar

Los 216 casos de absentismo escolar que se registraron hace cinco años pusieron en marcha la máquina municipal para devolver a los alumnos a las aulas, pero sobre todo fue un joven de 14 años, «el mayor absentista del municipio», según cuenta la psicóloga y educadora familiar, técnica social de la Concejalía de Educación, Ana Otero. «Aquel chico nos motivó, no iba a clase y tenía muchos problemas, pero hoy tiene 19 años, saca buenas notas y hasta hace de monitor con otros alumnos absentistas», explica la experta. La maquinaria ha funcionado a toda mecha en estos años porque aquel balance de 216 casos se ha quedado en solo 16 en 2013, lo que ha destacado al municipio como pionero en la aplicación de programas para erradicar este síntoma de otros problemas del alumno.

 

La concejal de Educación, Cristina Sánchez, presidió la Comisión de Absentismo junto a la directora general de Ordenación Educativa y Atención a la Diversidad, Begoña Iniesta. Directores de centros educativos, la Policía local y demás técnicos implicados en la comunidad educativa asistieron a la mesa del Absentismo. «Hemos logrado reducirlo un 14%, cinco puntos más que la media nacional y estamos solo a tres punbtos de la media nacional», señaló Iniesta. Detrás de los porcentajes, se encuentran los programas que día a día y a pie de instituto aplican las técnicas de las concejalías de Educación y Servicios Sociales, como el proyecto ‘Despertador’. «Cuando se detecta un caso de ausencia en las aulas, nos ponemos en contacto con la familia y vamos a la casa, con su permiso, a conocer el problema y a veces nos encontramos que responde a falta de organización, que no se prepara la mochila por las noches, pero otras responde a conflictos familiares, a niños que están solos, en algún caso con una madre prostituta que trabaja de noche», explica Otero. El protocolo es siempre el mismo: «La primera semana lo esperamos en su casa a la hora del instituto. La segunda y tercera semana lo esperamos en la puerta del instituto y la cuarta y quinta hacemos seguimiento con el centro a ver si ha llegado pronto», indica la técnica social.

Aplican además un programa de talleres alternativos a la expulsión. «Que la expulsión sea la última opción porque queremos conseguir que se motiven y continúen los estudios», afirma. En los casos de alumnos expulsados, «los padres nos dan permiso para que durante esos días vengan a instalaciones municipales, donde de 9 a 12 hacen los deberes, y de 12 a 14 horas asisten a talleres de resolución de conflictos o de prevención de drogas, según sea el problema que padecen». Como refuerzo educativo, Otero asegura que «hay un grupo de alumnos expulsados que acuden los martes y jueves a sesiones de motivación, más los viernes, cuando hacen algo de deporte».

La eficacia del sistema, que se ve en la reducción de las cifras, ha llevado a otros municipios a fijarse en el método alcazareño. Para la psicóloga, «hay alumnos que no quieren seguir, que casi se descuelgan con solo 14 años, pero luego con el tiempo vienen a enseñarnos las notas».