Alexia Salas. SAN JAVIER.
Ya no quedan bares como El Kiosco. Con el cierre del mítico bar de San Javier, se va una forma de encontrarse en la barra de acero inoxidable, de comentar con los parroquianos con una caña en la mano, de alegrarse al encontrar la cara conocida de Julián Arenas tras el grifo de Estrella de Levante. En el famoso bar se une además otra singularidad que lo ha hecho tan especial. Cientos de vecinos recordarán para siempre el aroma de las raciones de gambas a la plancha, que eran el reclamo del Kiosco desde hace décadas.
Pedro Arenas Sáez abrió en 1959 un bar en el quiosco que el Ayuntamiento tenía en la rotonda de la gasolinera de la Nacional 332, lo que llaman Plaza Chica y que, en aquellos tiempos era la salida hacia Murcia y cruce de muchos caminos. «Mi padre quedó huérfano y, con 16 años, cogió el Quiosco hasta 1985, cuando finalizó la concesión municipal», cuenta Julián. Recuerda que en el bar «paraban los trabajadores que construían La Manga. Los llevaban en camiones y entraban en busca de café y tabaco». Por allí llegó a recalar el empresario Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, en los tiempos del desarrollismo de La Manga. Pedro le sirvió un café caliente al Dúo Dinámico, el día que pararon a las 5 de la mañana tras un concierto, antes de continuar carretera. En las paredes del bar, cuelgan otras caras famosas que pasaron por El Kiosco: futbolistas como Raúl, cantantes como Bustamante, actores y toreros.

La plancha de gambas más famosa
Julián ha servido más de 40 kilos de gambas a la semana, el doble en verano. Fue su madre, Rosa Martínez Zapata, quien le dio la idea a su padre. Muchos recordarán la capa de serrín del suelo, mezclada con cáscaras de gambas y servilletas arrugadas. En ese bar ha crecido Julián, desde que compraron un local a pocos metros del quiosco inicial, cuando finalizó la concesión municipal. De los 5 hermanos, fue él quien se puso al frente del negocio, que ha abierto sin falta de martes a domingo desde las 6 de la mañana. «He conocido parejas de novios que ahora vienen con los nietos», cuenta el hostelero.
La última ronda
Hoy, domingo 21 de diciembre, Julián ha servido las últimas raciones de gambas y pulpo roquero, con la receta tradicional de su madre. Tras el infarto que sufrió hace dos años, el consejo médico ha pesado sobre la idea de cerrar el local. «He pasado muchas cosas aquí, incluyendo las dos crisis y el covid», cuenta en el último día de vida del bar, repleto de clientes habituales que han acudido a despedirse de su lugar de reunión. «Julián, ¿qué vamos a hacer los domingos?», le dicen unos jóvenes conocidos. Y a Julián se le convierten en lágrimas los años de recuerdos y amigos.
Son legión los que echarán de menos El Kiosco. Los albañiles de las primeras horas del día, los habituales del almuerzo, los del aperitivo. «Siempre ha sido la mejor cerveza», cuenta un cliente desde la barra que desde hoy quedará en silencio, aunque los bares como El Quiosco nunca cierran del todo, ya que se quedan en la memoria, como una luz tenue de brasero en mitad de la calle.















