Remover migas es misión de varios pares de manos. Los vecinos de la pedanía agrícola de El Mirador (San Javier) lo saben bien y se reúnen en una de las noches cálidas que deja el otoño en el entorno del Mar Menor. Un buen chorro de aceite de oliva, harina, sabrosos tropezones y unos cuantos pares de manos que agiten con energía es la fórmula secreta de las migas otoñales, que cada año se preparan u comparten en la localidad rural.
Las peñas de El Mirador viven con alegría las fiestas en honor a la Virgen del Rosario. La noche del viernes la dedicaron a compensar las duras jornadas de trabajo que para la mayoría de los vecinos ocupan las labores agrícolas, con un encuentro en el centro del pueblo, buenas viandas y bebidas, y muchas ganas de divertirse. Las mujeres más mayores se dedicaron a observar cómo progresaban las grandes sartenadas de migas. «Yo sí que sé hacer buenas migas», sonreía una anciana. Al tiempo que los vecinos se esmeraban en darle el punto a la receta pastoril, en el escenario sonaba un karaoke de todos los espontáneos que quisieron amenizar el cansado trabajo de cocinar las migas.