Antonio Javier López-Alemán
Difícil comenzar esta carta sin que la rabia y la impotencia impregnen cada palabra escrita. Estimado Miguel, este que te escribe no llegó a conocerte personalmente, pero sí sufrió tu secuestro y el vil fin que unos desalmados dieron a tu vida. Mi hijo cumplirá en breve los mismos años que han transcurrido desde entonces.
Te informo de que hoy los españoles, en lo que al terrorismo de ETA se refiere, estamos algo más tranquilos, si así se puede decir. Sufrimos el terrorismo yihadista y convivimos con la esperanza de que ETA al fin desaparezca. Tras tu asesinato, el llamado «Espíritu de Ermua» y varios pactos posteriores como el de Estella, aunque no lograron evitar otros 62 asesinatos, sí fueron importantes para lograr el principio del fin.
Siento decirte que aún quedan personas que defienden que todo vale con tal de lograr una independencia del Estado español, o la primacía de una lengua propia, o una educación sectaria ; incluyendo por supuesto los actos coercitivos, la violencia física y, si es preciso, la pérdida de vidas humanas. Una lástima y una oportunidad perdidas, en mi opinión, por no haber aprendido la lección.
Seguro que desde allí donde te encuentres tendrás un punto de vista más real sobre lo que una vida vale y el dolor que sus familiares, amigos o allegados sufren con su pérdida.
Los demócratas seguimos, tras estos veinte años de tu pérdida, luchando por consolidar la democracia a todos los niveles. Una lucha pacífica, por supuesto, para lograr que se respete la soberanía del pueblo español y, al tiempo, defender el pluralismo político e ideológico siempre y cuando este sea respetuoso con el ordenamiento jurídico.
Cuánto me habría gustado escribirte contándote que en el País Vasco el resto de los ciudadanos españoles ya son bien vistos, incluidos los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado; que los miembros de la Guardia civil no son golpeados junto a sus parejas simplemente por salir a cenar una noche por el casco viejo de alguna provincia vasca. Me habría gustado contarte que los etarras encarcelados y no encarcelados, todos sin excepción, habían pedido perdón a las víctimas y hecho exámen de conciencia entendiendo el daño causado; que ningún otro terrorismo como el yihadista había hecho mella en la sociedad española y que todos los españoles estábamos a una en sacar a España de una crisis económica sin precedentes, dejando a un lado los intereses particulares. Como te digo, me habría gustado poder escribir todo esto y que además fuese cierto, pero no lo es.
Me despido de ti esperando que te encuentres en paz allí donde estés, deseando además que, en mi próximo escrito dentro de otros veinte años, pueda contarte que todo lo anteriormente expuesto se ha conseguido.
«El odio y la intolerancia son los enemigos del correcto entendimiento»
Mahatma Gandhi