Lo que se veía venir desde hace varias semanas, se hizo ayer patente. La decisión del Gobierno regional de dragar las golas de la encañizada de La Torre y del canal de Marchamalo se hizo ayer pública, tal como se sospechaba desde que encargó unos estudios previos en contra de la opinión de parte del Comité Científico. El Pacto por el Mar Menor ya ha mostrado su oposición a la medida, «cuyos efectos se desconocen».
La decisión del Gobierno regional de dragar las golas se hizo pública ayer cuando la reunión del Comité Científico aún no se había pronunciado sobre la conveniencia de recuperar el calado en ciertos puntos de la comunicación del Mar Menor con el Mediterráneo.
El consejero de Turismo, Cultura y Medio Ambiente, Javier Celdrán, justificó la decisión con el informe del grupo de trabajo de hidrodinámica, formado por una parte del Comité Científico. Este informe señala que “ante la tendencia detectada y para evitar una posible colmatación total en algunas áreas de las golas de Las Encañizadas y de Marchamalo, sería adecuado realizar actuaciones de mantenimiento y restauración ambiental que permitan garantizar el nivel de intercambio de agua con el Mediterráneo en dichas zonas”.
Además, este grupo establece que se debe “hacer un seguimiento continuo de las batimetrías, así como de otros parámetros de estas golas para asegurar que no se produzcan acumulaciones de sedimentos excesivas en las mismas que pudieran cortar los flujos de intercambio”.
El revuelo que causó la decisión llegó alimentada por los desacuerdos entre los propios científicos -en un Comité formado por 42- a lo largo de la crisis ambiental de la laguna y por las prisas mostradas por la Consejería para imponer las dragas, antes incluso de que la comunidad científica debatiera la medida.
La postura del Gobierno se basa en que la zona de Las Encañizadas, una de las principales zonas de intercambio de agua entre la laguna y el Mar Mediterráneo, se ha visto reducida significativamente en los últimos años y han emergido más de 35 hectáreas de terreno por el depósito de más de 50.000 metros cúbicos de arena; y se ha reducido la zona de intercambio de agua de unos 580 metros en 2009 a los 105 metros y a un calado de 12 centímetros de media en 2017.
Para el Pacto por el Mar Menor, integrado por científicos y colectivos ciudadanos, «no hay ninguna garantía de que esos dragados no vayan a empeorar el estado del Mar Menor ni las consecuencias irreversibles que podrían tener, por lo que entendemos que no se deberían llevar a cabo por el principio de precaución».
Recuerda que «los estudios que se han hecho hasta ahora confirman lo que ya se sabía desde la apertura del canal del Estacio en los años setenta: que la comunicación con el Mediterráneo bajará la salinidad y producirá cambios en la temperatura de las aguas del Mar Menor».
La plataforma asegura que «no entendemos el empeño del Gobierno regional en abrir las golas, en vez de solucionar el problema en origen, es decir, evitar la entrada de nutrientes en el Mar Menor, entre ellos los procedentes de la agricultura intensiva e industrial, una de las mayores causas del desastre ambiental de la laguna».
No es un secreto que los dragados se han venido realizando con cierta frecuencia sin pasar por el filtro del Comité Científico. La necesidad de mantener un cierto calado en las encañizadas para garantizar la circulación de las doradas mantiene activa la draga en la zona.
Los pescadores ya han expresado su postura sobre el dragado: si no excede el calado natural de las golas -que varía con el movimiento de las arenas- no se opondrán, según ha manifestado la Cofradía de Pescadores de San Pedro.
FOTO: Reunión, ayer martes, del Comité Científico del Mar Menor.