Salvados por sus dobles de chocolate. Es la filosofía que ha aplicado la confitería José Antonio, que acaba de lanzar sus bombones de caballito de mar, de cuya venta destinará el 10% para la asociación Hippocampus, dedicada al estudio y salvaguarda de esta especie en peligro extremo de extinción. Ya solo quedan 3.000 ejemplares en el Mar Menor. El nuevo bombón tiene un hermano mayor: el dulce Hippocampus, que requiere deja paladear su corazón de mousse de chocolate con una cobertura de caramelo y crujiente salado, coronado por un caballito de chocolate puro al 70%.
Patricia Pérez, la propietaria de la cadena de confiterías José Antonio, ha ideado el caballito dulce después de lanzar al mercado sus langostinos del Mar Menor de chocolate blanco porque «lo que necesita son buenas noticias», explica. Cuando de la laguna se hable más del caballito de chocolate que de los nitratos y fosfatos, la situación habrá mejorado, según pensó la empresaria hostelera.
La confitería donará el 10% de la recaudación de las ventas de los peces de chocolate a la asociación Hippocampus, dedicada al estudio y conservación de esta especie emblemática del Mar Menor cuya presencia sin embargo se apaga.
«La población de caballitos se ha reducido un 97% y, según los datos de 2017 solo quedan alrededor de 3.000 ejemplares», explica José Luis Alcaide, experto buceador, miembro de Hippocampus y coordinador del proyecto Plumbum que trata de limpiar de plomo el fondo marino.
Este año reemprenderán los cuenteos para conocer las oscilaciones de población de caballitos, que esperan poder incluir en el catálogo oficial de especies en peligro de extinción, después de 10 años de lucha. De seguir su línea descendente, no pasará mucho tiempo hasta que haya más caballitos de chocolate que con aletas, sobre todo cuando los turistas descubran el nuevo manjar dulce, que la confitería venderá en su expositor de la feria outlet de Santiago de la Ribera, del 29 de marzo al 1 de abril, en la explanada Barnuevo de Santiago de la Ribera.
Los dulces de caballitos de mar, coronados por un bombón de chocolate puro al 70%. En la foto de arriba, la repostera Patricia Pérez, con dos miembros de la asociación Hippocampus, José Luis Alcaide (en el centro) y José Antonio Oliver.
«Han perdido su hábitat natural con la desaparición de la mayoría de la pradera marina, porque si no puede hacer la fotosíntesis, no puede haber vegetación», afirma Alcaide, en alusión a la necesidad del hippocampus de enrollar su cola prénsil en algas y rocas donde se puede guarecer para alargar su ciclo natural de vida, ya de por sí corto -no más de cuatro años-, ante los innumerables peligros que los acechan.
«La pesca fue uno, pero además en el Mar Menor tiene depredadores muy voraces como la lubina y la dorada, mientras que ellos se desplazan muy lentamente», comenda el buceador, que encontró una dorada de dos kilos aproximadamente con 5 hippocampus en el buche.
Para mantener las campañas de estudio y conservación, la asociación hace un llamamiento a la incorporación de voluntarios para todo tipo de labores, desde apoyo en las embarcaciones a buceadores.