Inmaculada Barranco. Suena la música, se encienden los focos y brilla la moqueta rubí de la pasarela. Las modelos escuálidas toman el escenario sobre tacones asesinos, y los modelos, famélicos como Rocinante y con semblante atormentado, desfilan junto a ellas.
Rojo en los labios y un toque de brillo febril. Rostro alabastrino, transparente; pómulos sonrosados, tímidos. Pestañas largas, mirada tristona y pupilas dilatadas, ojeras suaves y violáceas. Manos finas y delicadas. Frente huidiza, cuello de cisne y cuerpo frágil. Cabellos ondulados, castaños. Movimiento lánguido, misterioso.
Así desfilan en las pasarelas y posan en las sesiones fotográficas la mayoría de modelos que conforman las campañas publicitarias. Son nuestros iconos de belleza y glamour, a quienes imitamos.
¿La verdad? La verdad es que todas las descripciones físicas anteriores no son más que parte de los síntomas de la tuberculosis y del aspecto que daba a los enfermos. Esa apariencia, desde hace siglos se convirtió en canon de belleza: la belleza tísica, también llamada la peste blanca, la tisis. Esta enfermedad, con sus característicos rasgos enfermizos, marcó una tendencia estética en el Renacimiento, el Romanticismo y la era victoriana, y mitificó la enfermedad, el dolor y la muerte como modelo de expresión artística hasta nuestros días.
Por entonces, “la salud era algo vulgar”, comenta la barcelonesa Luisa Ricart en una entrevista en La Contra de La Vanguardia. Esta periodista y conferenciante sobre ‘Ugly beauty’ (belleza fea), explica que: “En el siglo XIX la blancura en la tez y el pintalabios rojo inspirado en la sangre de la tuberculosis eran contemplados como algo hermoso”.
La tuberculosis es una enfermedad causada por Mycobacterium tuberculosis – bacilo de Koch- y está considerada la enfermedad de la nostalgia, la divinidad y la pasión. Los artistas del renacimiento la relacionan con la vida bohemia, la creatividad y la sensibilidad. Tal fue su prestigio que se la llamó el mal de los poetas, la fiebre del crepúsculo, pues le atribuían la sensibilidad y la inspiración. En cuanto a las mujeres, era la enfermedad del amor y las heroínas.
Recordemos a las heroínas de óperas como La Bohème de Puccini o La Traviata de Verdi y en la literatura, que perecen víctimas de la tuberculosis como María Duplessis, la prostituta de la Dama de las Camelias de Dumas (1802-1870) y la angelical Emily en Cumbres Borrascosas, de Emily Bronte (1818-1848). Sandro Botticelli (1445-1510), el famoso pintor florentino, creó su obra El Nacimiento de Venus usando como modelo a Simonetta Vespucci, la Venus de Botticelli, aquejada de la enfermedad y que murió a los 22 años. Su rostro refleja rasgos típicos de la enfermedad como la palidez nácar y la pose etérea.
Hasta el mismísimo Lord Byron (1788-1824), considerado uno de los mayores poetas en la lengua inglesa, cuentan que ante el espejo anhelaba: “Estoy pálido, me gustaría morir consumido porque todas las damas dirían: miren al pobre Byron, qué interesante parece al morir “. Y el escritor checo Franz Kafka (1883-1924), autor de La Metamorfosis, sumido en la melancolía y la depresión llegó a escribir: “La enfermedad habla de mí porque así se lo he pedido”.
A finales del XVIII y mediados del XIX, a pesar de que la tisis acabó con el veinticinco por ciento de los europeos, se puso de moda una dieta a base de agua y vinagre para provocar anemia y así tener un aspecto enfermizo.
Así que hay poco nuevo en la moda actual puesto que sigue la belleza tísica. Cuando vemos películas del director y productor estadounidense Tim Burton con esa estética inspirada en la muerte y el dolor podemos reconocer la peste blanca. Modelos icónicos como la estadounidense Kate Moss nos recuerdan los rasgos tísicos. Y no hablemos del glamuroso Señor de la Noche de la serie de HBO Juego de Tronos.
A estas alturas estamos tan acostumbrados a esta estética que a veces ni nos planteamos de dónde viene. La tenemos integrada, ¿quién no se pinta los labios de rojo o se alarga las pestañas? O los chicos cuando miran con ojos tristones como gatitos. A mí, particularmente, me gusta esta moda en casi todas sus expresiones artísticas, sobre todo el estilo gótico con sus miradas profundas y sus ropas y maquillaje negro. Por cierto, me acaban de venir a la mente las hijas de Zapatero con Obama.
FOTO: La famosa imagen que el famoso fotógrafo Mario Sorrenti captó de Kate Moss.