ANTONIO ZAPATA. El pasado 4 de octubre Los Alcázares recibió la visita del Rey Felipe VI y su esposa Leticia Ortiz. Ha sido la tercera visita oficial de un monarca español al pueblo. La primera fue en 1923. Alfonso XIII, bisabuelo del actual, visitó el entonces dividido núcleo urbano alcazareño en ese año y, de nuevo, en 1927.
La primera visita de Alfonso XIII se produce el 21 de marzo de 1923, en el transcurso de una viaje a Cartagena de cuatro días. La segunda se desarrolló el 13 de noviembre de 1927, también durante el transcurso de una nueva visita a la ciudad departamental. Ambas estuvieron motivadas por la existencia en Los Alcázares de la flamante Escuela de Tiro y Bombardeo Aéreos, que por aquel entonces era una de las instalaciones militares más modernas y singulares de nuestro ejército. El acuartelamiento de San Javier, hoy Academia General del Aire, aún no existía. Conozcamos, con algo más de detalle, ambas visitas:
Sin duda la de 1923 fue la más preparada. El monarca visitó tanto las instalaciones del aeródromo, el el Club de Regatas e incluso navegó por el Mar Menor para contemplar los bombardeos sobre la isla Perdiguera– que pertenecía al ejército desde 1921 –. La mañana dio mucho de sí, desde maniobras con ejercicios de tiro y simulacros de combate aéreo hasta recepciones y convite. Sabemos que llegó sobre las 9,30 de la mañana y que salió para Cartagena a las 13.30 horas. Acudamos a las fuentes de la época:
«A las 9,30 se llegó al aeródromo de Los Alcázares, esperando la llegada del Monarca, Don Luis Gonzalo, Jefe del Aeródromo de la Escuela de Aviación, profesores y pilotos. Revistó una compañía del regimiento de Instrucción, que le rindió honores».
(La acción, 21 marzo 1923)
«S. M. el Rey, atento a todos los progresos del Ejército como de la Marina, ha presenciado durante su reciente viaje á Cartagena —donde pudo admirar la magnífica organización de la base de submarinos – algunos ejercicios de tiro contra aeronaves , realizados en su presencia, quedando encantado de la perfección con que se ejecutaban, así como de las estupendas condiciones del Aeródromo, de la isla Perdiguera, donde se verifican los bombardeos aéreos, y del Mar Menor, en cuyas tranquilas aguas los hidros pueden funcionar casi todos los días del año».
(Nuevo Mundo, 30/3/1923)
Titular del diario ABC informando de la visita real a Los Alcázares el 22 de marzo de 1923.
Como responsable máximo del Estado, el monarca pasaba revista a la capacidad militar española. Además, siempre había estado muy interesado por la aviación. Aunque eso sí, tenía terminantemente prohibido volar. En los años 20 seguía siendo una actividad que entrañaba considerable peligro. El primer vuelo – oficial – de Alfonso XIII será en noviembre de 1929, curiosamente en un Dornier Wal muy vinculado a Los Alcázares, el número 16, y a los mandos de Eduardo González Gallarza, tripulante del vuelo Los Alcázares-Nueva York.
Tras la visita al aeródromo, el monarca fue agasajado en uno de los más singulares rincones del Mar Menor, el hoy desaparecido Club de Regatas frente a La Encarnación. La visita quedó inmortalizada en una instantánea tomada – probablemente – desde una de las habitaciones del Hotel La Encarnación, lugar que hoy podemos seguir admirando y disfrutando.
Un corresponsal de Murcia Deportiva, Pablo Tarsis, hace una curiosa y frívola descripción del entorno de la visita del Rey, y nos da una idea del interés que despertaba su figura; y la figura de los aviadores, también:
«El campo de aviación está lleno de muchachitas que han venido de Cartagena, de Murcia, de Alicante, de todos los pueblos cercanos para ver al Rey de la sonrisa simpática y emocionarse pensando en la vida de estos hombres jóvenes, alegres, no tristes caballeros del aire, porque diariamente se la juegan con la sonrisa entre los labios».
(Murcia deportiva, 1/4/1923)
Esta primera visita acaba, como debe ser, con un agasajo al monarca. Aunque también aquí se impone el uso de anglicismos:
«Terminado el simulacro de combate, el Rey abandonó el campo de aterrizaje y, seguido de todo el elemento militar y de numeroso público que no paraba de vitorearle se dirigió al Club de Regatas, situado frente al Hotel La Encarnación. Allí los aviadores le obsequiaron con un ‘lunch‘».
(La Verdad, 22/3/1923)
Vista de la base aérea de Los Alcázares en los años treinta.
La segunda visita, el 13 de noviembre de 1927, no parece que estuviera prevista de antemano. El monarca estaba realizando un crucero por el Mediterráneo y llegó a Cartagena procedente de Mahón, a bordo del buque Príncipe Alfonso. Como curiosidad, durante esa travesía por el Mediterráneo, unos días antes, el Rey visitaba el Eagle, en la entonces posesión inglesa de La Valleta (Malta). Ese mismo portaaviones rescataría, dos años después, a Ramón Franco y sus compañeros de odisea, que se encontraban perdidos y náufragos en medio del océano. Se trataba del vuelo Los Alcázares-Nueva York, la aventura del Dornier 15/16. Pero volvamos a nuestro asunto. Decíamos que la visita no estaba prevista, pues la propia prensa plasma que fue una decisión de última hora. ¿Y qué hizo? Pues básicamente lo mismo que en 1923, pero sin ‘lunch’:
«En el aeródromo fué recibido por SAR el Infante Don Alfonso de Orleans y la princesa que hubieron de adelantarse conocido el propósito del monarca de ir a Los Alcázares. Los honores le fueron rendidos por una sección de Ingenieros y en la puerta esperaban todos los jefes y oficiales que allí están ahora en ejercicio de mando.
Después de visitar el Pabellón (el mismo Pabellón cuyo derribo está cercano, si no lo evitamos), se dirigió a los hangares, donde a su puerta se hallaban formados los aparatos con sus pilotos al pié. El Infante dio algunas explicaciones a S.M. de varios aparatos instalados recientemente en los aeroplanos y de las ametralladoras de los mismos. Después visitó la sala de armas. Algunos aparatos evolucionaron haciendo ejercicios. Las ametralladoras hicieron ejercicios de tiro al blanco sobre el agua y disparo a las mangas que penden de los aeroplanos. A las 1 y ½ se despidió (de los) Infantes y oficialidad emprendiendo el regreso«.
(El Eco de Cartagena, 14/11/1927)
Resulta curioso que en esta visita el Jefe del aeródromo era el primo del propio monarca, Alfonso de Orleans y Borbón, con el cual tenía una relación bastante compleja. Este personaje da nombre a la Fundación Infante de Orléans, la famosa FIO, que tiene aviones históricos en vuelo, y cuyo nombre suena como alternativa de futuro para el aeropuerto de San Javier.
Recordemos que los vínculos del Infante son con Los Alcázares. Y que en este 1927 tampoco existe ningún acuartelamiento aéreo en San Javier. Motivos más que suficientes para reivindicar que ese proyecto de la FIO esté por encima de localismos y sea marmenorense y regional.
La tercera visita ha sido muy diferente a las anteriores. Ha tenido lugar el 4 de octubre de 2019. El rey Felipe VI y Doña Leticia han visitado Los Alcázares tras las terribles inundaciones del 13 de septiembre. El motivo poco tenía que ver con unas instalaciones militares, hoy en gran parte en desuso. Los monarcas han buscado consolar a un pueblo desconsolado por los efectos de la riada, golpeado dos veces en tres años, aturdido por el desastre.
Los Reyes en la playa frente al hotel La Encarnación el pasado 4 de octubre, justo en el mismo sitio que pisó el bisabuelo de Felipe VI, Alfonso XIII en 1923.
Primero visitaron el mastodóntico edificio municipal – símbolo de opulentos barros que, quizá, influyeron en estos lodos -. Luego bajaron hacia la playa por el Paseo de la Feria y, a través del Patio de La Encarnación, llegaron a la orilla del Mar Menor. Doña Leticia se sorprendió del estado de las aguas. Alguien quizá le diría que ha sido por la riada. Ojalá fuera tan fácil.
En todo el trayecto, el pueblo vitoreaba a los reyes, pero a la misma vez les pedía soluciones para el futuro. Y así vamos finalizando este breve artículo, con el convencimiento de que mirar a nuestra historia siempre nos da perspectiva sobre nuestro presente y nos permite reflexionar sobre el futuro. Quizá estas visitas reales nos ayuden a elegir.
Los Alcázares tiene ante sí una oportunidad única para superar este trauma colectivo: recuperar la vitalidad de la base aérea que motivó las visitas anteriores, ya sea con una unidad militar asignada o con un uso civil de la misma, que evite el estado de semiabandono en el que se encuentran muchos de sus edificios históricos. Y que insufle esperanza, vitalidad y recursos en un pueblo muy necesitado de todo ello.
Y, por qué no, que la cuarta visita oficial de los monarcas sea a un municipio que recupera sus señas de identidad históricas y que mira hacia delante de la mano de su patrimonio y de su historia. Y, de paso, inauguran alguna cosa.
ANTONIO ZAPATA es historiador, profesor y cofundador de la asociación Los Alcázares EcoCultural. Es coautor de la edición revisada y comentada de ‘Aguilas y garras’, la versión de Ramón Franco sobre el polémico vuelo Los Alcázares-Nueva York.