Alexia Salas. Ya lo aprendimos con la amenaza terrorista. Cedemos parcelas de libertad para que nos protejan, aunque siempre hay resistencias. Hoy, sábado, en el primer día de confinamiento decretado por el Gobierno regional -en el marco del Estado de Alarma nacional por el coronavirus- el paisaj de la comarca del Mar Menor distaba mucho de ser desierto, que es lo que en realidad piden las autoridades. El hashtag #yomequedoencasa ha sido hoy #salgoperovuelvopronto.
Los policías municipales se han puesto serios con algunos vecinos en la zona, ya que no han sido pocos los que han decidido esta mañana salir a pasear como si no hubiera una situación de emergencia internacional. Los comerciantes han respetado la orden de cierre y las condiciones de seguridad, de modo que los establecimientos de alimentación han controlado el acceso de clientes en pequeños grupos.
En esta primera jornada de ‘reajustes’ para aprender a vivir en la nueva situación inesperada e inimaginable. En un exceso de celo, los agentes municipales han clausurado hoy el punto de venta de prensa en Santiago de la Ribera, a pesar de que la información es un derecho básico en situaciones de emergencia, por lo que mañana, domingo, volverá a abrir para facilitar la distribución de periódicos con la información actualizada. No todo el mundo es digital.
Nos lo repiten hasta la saciedad. No tenemos ya libertad de movimientos. Solo podemos salir de casa para ir a comprar los productos de primera necesidad, para ir a la farmacia y para acudir al trabajo.
Si alguien piensa en llevar a los niños al parque o a la playa o a montar en bici, mejor que lo descarte porque la Policía municipal hace desde hoy rondas para evitar la presencia de gente en las calles, ya que literalmente no hay donde ir. Bares y restaurantes permanecen cerrados. Las confiterías se limitan a vender pan y dulces, sin servir café ni bebidas.
Toda actividad se ha replegado para combatir la propagación del virus. En la Academia General del Aire se han suspendido las clases y los vuelos de enseñanza. Los alumnos han vuelto a sus casas, y solo trabaja de momento la mitad del personal civil.
Unos clientes esperaban esta mañana en la puerta de un supermercado de La Ribera su turno para entrar con el fin de evitar aglomeraciones que favorezcan la transmisión del virus.
Una de las preocupaciones de las familias sigue siendo el abastecimiento de alimentos, a juzgar por las colas de primera hora para arrasar con la mercancía de los supermercados. Las puertas de Mercadona suelen estar cada mañana como un primer día de rebajas. Sin necesidad. A lo largo de la jornada, los empleados reponen los lineales vacíos, pero la ansiedad ha llegado al punto de que hoy en el pasillo de los productos cárnicos, una mujer no ha podido reprimir una exclamación de alegría ante los pollos recién llegados.
Otros nuevos visitantes no han tenido tan simpática acogida. A los propietarios madrileños de segundas residencias que han tenido la ocurrencia de venir a pasar el Estado de Alarma en el Mar Menor, han recibido todo tipo de improperios en las redes sociales. No habrá sido fácil escuchar por la megafonía de los vehículos que han circulado por las calles que si eres de Madrid y Euskadi, mejor que no asomes el bigote por la puerta. El recelo a los de fuera no ha hecho más que subir la tensión. Hoy en una farmacia me han llegado a preguntar que si yo también vengo de Madrid. Y no ha sido agradable.
La primera jornada ha servido para ‘aprender’ a vivir a medio gas durante la próxima quincena. Por nuestro bien. Cuando mayor sea nuestra disciplina, menor será esta molesta fase de encierro.
Mesas y sillas apiladas el sábado por la mañana en la avenida Sandoval de La Ribera. En situación normal, al mediodía se hubieran llenado de clientes ávidos de disfrutar del sol de invierno del Mar Menor.