Si Pencho pusiera en fila la suma de sus días trabajados, daría unas cuantas vueltas a la vida laboral de varios empleados juntos. Fulgencio Gracia, 79 años, ha sido de todo desde que a los 5 años lo pusieron a arrear a la mula que hacía girar la noria de agua.
Fue pastor de ovejas, labrador y segador, lechero, comerciante y regentó una pensión. Una pertinaz sordera y la visión gastada son las secuelas de una vida de hormiga desde que, hace ya muchos años, repartía las cántaras de leche en la histórica base de hidroaviones que este año cumple un siglo de vida.
«La primera vez que puse un pie en una escuela fue para llevar a mis hijos. Hasta entonces no sabía qué había dentro», cuenta el anciano, que aprendió «las cuatro reglas y los quebrados con los maestros Chumillas y Benedicto que iban por la noche a dar clase a las casa». Ya se había hecho lechero ciclista y vendía el litro a 6 céntimos cuando jugaba al dominó con los amigos en los tiempos del bar Tapa, el café La Feria, La Tropical, Pepe el Churrero y El Conejito de Oro, frente a la base militar que cumple en 2015 cien años.
A fuerza de ordeñar y pedalear, Pencho se hizo con una docena de vacas y una clientela que al día le compraba 200 litros de leche. El negocio prosperaba a pesar de amenazas como la de «El Rata, un policía de San Javier que venía a cobrarnos una pesetas al día, y si lo esquivabas, al día siguiente te cobraba dos», cuenta el emprendedor, que hizo posible su particular ‘cuento de la lechera’: «Vendí las vacas para comprar la mercancía para montar una tienda en la calle Meseguer, y luego compré la pensión enfrente, a donde venían en verano madrileños y catalanes».
El turismo comenzaba a brotar con negocios como el hotel balneario La Encarnación y la pensión San Diego, con posada para la entrada de carros y mulas. Tiendas como El Globo, Los Mellados o La Ventanica ya existían cuando Pencho desgastaba el camino a Cartagena para comprar la fruta, volvía a segar una parcela y regentaba la tienda y la pensión. «Todo lo que se ha trabajado, no se puede ahora explicar», piensa en voz alta. Uno de sus 5 hijos, Manuel, continúa su negocio, el supermercado Gracia, que convierte a Pencho en uno de los comerciantes más veteranos de Los Alcázares.
En la imagen, Pencho en su casa de campo de Los Alcázares con el concejal de Festejos, Francisco Méndez