Todo está listo para que empiecen las Incursiones Berberiscas del Mar Menor en Los Alcázares. «Vivamos estas fiestas con pasión, como si fueran las últimas», pidió la periodista Alexia Salas, pregonera este año de las fiestas que recuerdan los ataques de los piratas en la costa del Mar Menor durante los siglos XVI y sucesivos.
Con todas las banderolas de las peñas berberiscas y campesinas en el escenario del salón de plenos del Ayuntamiento de Los Alcázares, tuvo lugar el relevo de los capitanes de ambos bandos y el pregón.
Texto completo del pregón de las 22 Incursiones Berberiscas del Mar Menor:
«Dicen que hay una cueva en isla Grosa, a pocos kilómetros de aquí, que no mide más de 4 metros de largo por 2,50 de ancho, y justo la altura raspada de un hombre mediano. Ese zulo en Punta Crespo, la cara de la isla que mira al Norte, tiene una argolla clavada en la roca, lo que ha dado que pensar sobre las técnicas interrogatorias de los piratas, en tiempos que quedaban lejos de la declaración de los derechos humanos y de los sindicatos.
Está registrado que el 20 de noviembre de 1613, tres galeras españolas apresaron por sorpresa en isla Grosa a 24 corsarios turcos. Con algo de viento favorable se plantaban los navíos moriscos en una hora en estas costas desde el norte de África. Y no solo los berberiscos. Se sabe que Francis Drake se adentró por Calblanque en 1587. El comerciante de esclavos es uno de los preferidos de Pérez Reverte porque inaugura la saga que al autor cartagenero le encanta recordar por los escarceos piratas contra los navíos españoles durante siglos. Sin autocensura, algo que en estos tiempos de piratas con camisa de marca, no gusta nada.
No os voy a negar, ahora que estamos aquí reunidos en la misma nave, que la vida pirata me atrae más que los capirotes que desfilan al sur y al norte de esta tierra rogando por su salvación. Por algo a los periodistas nos llaman ‘la canalla’.
Os canto el decálogo de mi oficio, uno de los más antiguos del mundo, a ver si halláis parecidos: Captar información a costa de lo que sea, interrogar con sacacorchos (aunque sin argollas ni latigazos), trazar una estrategia de ataque, nunca compartir datos con la competencia, traspasar los límites que sean necesarios, ser el primero en llegar, hacerse con el botín y salir corriendo antes de que llegue el enemigo.
Tiempo atrás, en la era sin internet, cuando no había que irse volando a escribir la crónica porque la rotativa no empezaba a funcionar hasta la noche, nos podíamos demorar con la celebración de una buena razia informativa, regada a veces con cerveza, aunque si un pirata proponía un trago de ron, pues tampoco había inconveniente. Ahora que casi todo, de puerto para adentro, es descafeinado, moderado, correcto y cero cero, el corsarismo informativo se reduce a la caza del botín. Y a veces el trofeo, para sonrojo de la profesión, es más de voceador oficial que de bucanero alerta a los desmanes del poder.
Otra similitud: un periodista nunca comparte el plano del tesoro. Como los pescadores cuando les preguntan dónde encontró ese gran banco de doradas, y encamina al compañero a Levante cuando lo encontró a lebeche. Los pescadores saben mucho de sobrevivir en ese mundo sin reglas que es el mar, que un día te quiere matar y al otro te salva la vida. Es fácil comprender la filosofía de los marineros del capitán Garfio: ‘la vida pirata es la vida mejor’. Navegar sin nombre, sin patrón y sin bandera, como Serrat dejó de cantar hace poco para pena de muchos. Solos con la mar, navegando por el camino que marca el sol.
Imagino a los pescadores de Los Alcázares, Los Luisos, Los Estrujaos, y otros que desaparecieron, un amanecer tras otro durante generaciones, incluso en tiempos de escasez de pesca, elegir meterse en la mar en lugar de someterse a un explotador en tierra. La libertad tiene significados distintos cuando sueltas amarras.
Partir al alba, a esa hora en que el sol despunta por el norte de La Manga y llega a bañar de oro la orilla de Los Alcázares. Mirar atrás y ver el mundo pequeñito. Inhalar una bocanada de salitre y humedad. Mirar a barlovento y a sotavento y no encontrar ley humana, ni patrón ni juez. Es fácil vivir sin reglas. Mar adentro eres libre y rey, como se creían los hermanos Barbarroja, que arribaron a esta costa con más de 30 galeotes. Muchas de sus víctimas terminaron en mazmorras árabes, las que no cambiaron por rescates. Quién los podía frenar. Sus galeotes eran veloces, y el hambre se comía a dentelladas la piedad de los hombres.
Como en los cuentos de piratas que nos leían por las noches, la realidad se confunde con la ficción y con las sombras. No os imaginéis a Johnny Depp para identificar a los modernos saqueadores. Cada vez es más difícil distinguir a un pirata. Ya no se ciñen al cinto un acero afilado ni pegan cañonazos por la costa. Los piratas del Mar Menor ahora son los modernos Barbarrojas, pero en lugar de parches en el ojo tienen campañas de marketing, cuenta en Twitter y científicos bien pagados.
Los nuevos piratas nos han saqueado el Mar Menor, han masacrado caballitos de mar y enfangado nuestras playas de la infancia. Y no hay rescate que valga. Podrán medicar al enfermo, pero nunca nos devolverán la laguna tal y como la conocimos. Como sucede con la muerte, con estos piratas no valen tratos.
Como en los siglos XVI y XVII, nuestra generación tiene la obligación de encender fogatas en las torres costeras, desde la del Pinatar hasta la del Rame, desde San Ginés al Estacio, para proteger lo que nos queda. La historia, el patrimonio en pie, la vida salvaje.
Camino por las calles llenas de memoria de Los Alcázares y me gusta imaginar a los pescadores con un ojo vigilante en la playa y el otro en las redes que cosen, a los aviadores republicanos que se jugaban la vida por llegar un poco más alto, algo más tiempo, que el día anterior, a los habitantes de un pueblo que se levantó ante la injusticia y luchó por su independencia. Escucho sus voces cuando camino por las calles que suben de la playa de La Concha.
En Los Alcázares encontré a personas que he querido mucho, vi crecer el pueblo, cosas de cumplir años…lloré en cada puerta inundada por el barro y me emocionó aún más ver el coraje con el que se ha levantado el pueblo tras las peores inundaciones de la historia. También vi nacer las Incursiones Berberiscas y formarse las primeras peñas en un pueblo abierto donde conviven 54 nacionalidades diferentes. No se inventaron nada. Utilizaron la historia vivida para revalorizar su oferta turística y para hallar una excusa para encontrarse y compartir días de fiesta bien merecidos tras las desdichas pasadas.
Dijo un autor ruso que las familias felices no tienen historia. Los alcazareños tienen una épica propia, ganada a pulso, por eso merecemos celebrar nuestro propio cuento de piratas cada año. Reescribirlo para mantener vivas las hogueras de la costa.
Este pueblo acogedor, que ya eligió el Rey Lobo para levantar su palacio, se sumerge en la Edad Media del 6 al 9 de abril con uno de los mercados medievales más grandes de España, y representaciones espectaculares, como el Encendido de la Llama, el desembarco corsario en la playa y el gran desfile de las peñas.
No hay otra fiesta que te sumerja en la historia real sintiendo que entras en un cuento en el que todo es posible. Tropezarte con juglares, comprarte una espada, divertirte en el campamento con conciertos en directo, admirar la imaginación de los peñistas en la decoración de sus cuarteles generales o, quién sabe, sentirte soldado, cortesano, guerrero o pirata.
Hay muchos tipos de piratas, los peores vienen hoy de tierra adentro, no del Mare Nostrum.
Los buenos, los divertidos, los que reparten el botín de la diversión entre todos para vivir unas fiestas inolvidables, están en Los Alcázares.
Como pirata buena, os animo a vivir estas fiestas con pasión, como si fueran las últimas.
En paz con el bando cristiano, bajo el mando del capitán Peter Horne, los festeros de las peñas:
Alkazar de Istar
Los pescadores de La Dorada
La Galia
Los bufones de la Corte
Los discípulos de Marcabrú
El Azud
Alquimistas
Trinitarios
El Rami
Los cortesanos y
los siervos del Feudo
Y con los piratas buenos, con su capitán José Francisco González, de las peñas
Sarracenos Omeyas
Piratas de Salé
Al Andalus
Al Thamaj
Amazigh
Bab-Aruj
Al Bebere
Gerreros de Nafza
y Almouammirina
Amigos, vivan las Incursiones Berberiscas de Los Alcázares
Viva Los Alcázares y muera yo en el Mar Menor dentro de cien años».
Foto: V. Vicens