Zhukof, el piloto ruso que llegó a Los Alcázares

Un guionista de cine habría dado media vida por una historia llena de emociones, espíritu pionero y avatares históricos como la del piloto ruso Alejandro Evlampiev Zhukof (Shuia, Ivanovo, 1881-Murcia, 1958). La vida del que fue oficial de la Marina zarista, ingeniero de aviones, piloto naval y, tras su llegada a Los Alcázares en 1922, jefe de talleres de la primera base de hidroaviones de España, es una de las que devolverá a la luz la celebración del centenario de este acuartelamiento aéreo que fue el primero de hidroaviones en España. Su hijo, el investigador Alejandro Evlampiev Aguirre, ha reconstruido su biografía y ayuda a la divulgación de este capítulo histórico de la Aviación española.

«Fue una época de ilusión en Los Alcázares. Los pilotos venían a especializarse y obtener su diploma, se veía aterrizar a las escuadrillas francesa, italiana y otras, que pasaban aquí varios días, había bailes y fiestas, se abrieron comercios y había dinero. Se pagaba a los obreros semanalmente con monedas de plata», recuerda Evlampiev.

Como miembro de la Comisión del Centenario de la Base de Hidros, Evlampiev participa en la preparación de los actos conmemorativos y ofrecerá una charla el 10 de enero sobre la figura del piloto ruso, el primero que probó los Curtiss JN-2 americanos que compró la Marina rusa y, posteriormente el Gobierno español para inaugurar la base alcazareña. Es uno de los episodios más apasionantes de la vida del militar ruso, que estuvo en la primera fila de varios escenarios de la historia de principios del siglo XX. «Era muy intrépido. Obtuvo el título de piloto en 1911, pero él ya había volado en Sebastopol, donde le destinó La Marina para crear su base de hidroaviones», explica su hijo.

De Rusia a Los Alcázares

Antes de que la Revolución Rusa lo cambiara todo, Evlampiev experimentó con el primer avión cuatrimotor del mundo, creado por el ingeniero ruso Sikorski. «Tenía una mente mecánica, con la mirada puesta en el progreso», afirma el estudioso de la historia. Sobre la guerra que sobrevino a su país, su hijo cree que «él no era un guerrero, sino un humanista y comprendió lo que le pasaba a su pueblo». «Logró escapar por Odesa y, en el Consulado Español de Bizerta vio el anuncio de que necesitaban pilotos en España», relata Evlampiev.

En Los Alcázares, fue contratado por Kindelán como piloto mecánico en julio de 1922. Trabajó en el Departamento Marítimo de Hidros y se ocupaba de los aviones terrestres de la Escuela de Tiro y Bombardeo. «Fue muy feliz aquí. Tuvo algunos accidentes, como el de 1924 con un Bristol F2B, pero por entonces el que tenía miedo no valía», cuenta su hijo. De nuevo, sin haberlo buscado, se vio en el centro de la Historia, cuando esperó él solo a las tropas nacionales en la base alcazareña, al final de la Guerra Civil. Según su hijo, «en abril de 1939 pasó de cobrar su nómina de la República a cobrarla del Gobierno franquista, y el Taller se trasladó a la nueva Maestranza Aérea de Albacete». Antes del cierre de la base, Zhukof compartió la pasión aviadora con los pilotos legendarios Ramón Franco, el Infante de Orleans y Ricardo Burguete, entre otros. Una historia de héroes que hasta 2015, fecha del centenario del primer vuelo de hidroavión, irá saliendo a la luz.