Podría ser la nueva revolución del Turismo. Después del primer viaje organizado, por el visionario Thomas Cook, la generalización de la paga ‘extra’, los vuelos ‘low cost’ o incluso el baño de Fraga, la intuitiva adaptación de los precios de los alojamientos puede convertirse en el nuevo gran cambio. La tercera ola de la popularización del Turismo. En la foto, la propietaria de la pensión K-Hito, de La Ribera, hace sus cuentas.
Para miles de ciudadanos sacudidos por la crisis, aún hay esperanza de hacer la maleta con destino a la Región, que combina en feliz convivencia hoteles de lujo con el ‘lujo sostenible’ de encontrar alojamientos económicos. En una ronda por internet en busca de unas idealizadas vacaciones en julio -temporada alta-, es posible encontrar ofertas de alojamiento de diez días a precios de lo más ajustado, como los 300 euros en una habitación doble con baño compartido en la Pensión Manolo II de Cartagena, o los 315 euros en habitación individual en el Hostal Los Narejos. En la pensión La Obrera de La Ribera, a pocos metros de la playa, se puede dormir 10 noches por 350 euros con wifi gratis. Cerca de la costa se encuentra también el hotel Los Delfines, que promete diez noches en habitación doble con terraza a la playa de La Manga, con nevera incluida, por 442 euros. Otra alternativa es el hotel La Fuente, en los baños de Fortuna por 360 euros en habitación doble con acceso a spa, aparcamiento privado gratuito y televisión de pantalla plana.
«Aún no tocan fondo»
Si prefiere turismo de interior, en el albergue Los Reposaderos de Calasparra permiten disfrutar de la misma estancia por 200 euros en una habitación compartida con 8 camas, aunque si se busca intimidad, la habitación doble con baño compartido sale por 400 euros los diez días.
A pesar de lo ajustado de los precios, la Asociación de Empresarios de Alojamientos Turísticos de la Costa Cálida, Hostetur, cree que «aún no han tocado fondo». «Fondo nunca se toca, porque aún pueden ocurrir cosas que no esperamos», explica su presidente, Antonio Guillén. A pesar de la dinámica general de ofrecer chollos cada vez más llamativos, a la medida de bolsillos en crisis, Guillén no se muestra partidario seguir la pauta de las rebajas continuas. «La vorágine de bajar precios que no están meditados lleva a entrar en pérdidas y al cierre. Cada uno busca su nicho de negocio, pero retocar los precios debe ser una solución de emergencia», asegura. El representante del sector turístico de la costa destaca que «tenemos ahora los precios de hace 8 ó 10 años, mientras que los costes se han disparado, sobre todo la energía y la mano de obra, ya que los sueldos ahora se han congelado pero tienen las subidas de los años anteriores».
El balance de gastos e ingresos no engaña a los empresarios, que sin embargo este año han lanzado nuevas rebajas para atraer la atención de los turistas y amortizar el caro funcionamiento diario de un hotel. «las ofertas siempre han existido, y ahora con las nuevas tecnologías, los hoteles tienen a su revenue manager dedicado a retocar los precios constantemente para sacar la mayor rentabilidad, compensar a los clientes que reservan con antelación o lanzar ofertas de última hora», señala Hostetur.
El retraimiento económico ha apretado de tal manera la soga durante este invierno al sector costero que muchos han decidido no abrir hasta junio. Los pequeños hoteleros y dueños de pensiones se han bandeado dentro del estrecho margen que dejan sus precios bajo cero, pero la necesidad de mantener viva la economía familiar les ha forzado en muchos casos a tener las puertas abiertas todo el año. Hostetur cree sin embargo que «los pequeños tienen menos margen de maniobra que los grandes, que puede competir mejor en precio». La crisis sacude por igual a grandes y pequeños. «Todos están mal de ocupación, ya sea en La Manga o en Mazarrón», afirma Guillén.
La sacudida económica, sin embargo, solo ha hecho bajar de categoría a un establecimiento en toda la Región. Los pequeños resisten dentro de su mercado tradicional de turistas de recursos medios o bajos, viajeros ocasionales y viajes de grupos. Los grandes aprietan los dientes para mantener el estatus. «Nadie cambió de categoría salvo uno, el hotel Arco de San Juan, y por circunstancias específicas. Era de cuatro estrellas y bajó a tres, pero por una política comercial», indica el representante de los hoteleros.
El Instituto de Turismo destaca que, a pesar de la situación, «los empresarios hayan realizado un importante esfuerzo para incrementar el número de plazas de máxima categoría, ya que en los últimos 10 años se ha registrado un aumento del 100% en las plazas de cinco estrellas y del 75% en las de cuatro estrellas».
Los pequeños, sin embargo, no son pocos, y han mantenido desde hace décadas una oferta básica, sobre todo de veraneo, que supuso el origen del turismo y el desarrollo de los municipios costeros. Muchas de las pensiones familiares que alojaban hace treinta años a los veraneantes registran actualmente sus reservas por internet, se han consolidado como empresa familiar y cubren una franja económica que permite a muchas familias acercarse a la playa unos días a pesar de las penurias laborales. Son el 27,6% de los establecimientos turísticos. De los 221 alojamientos, 160 son hoteles y 61 están catalogados como pensiones, aunque salen perdiendo en el recuento de plazas: solo un 7,2% de las 20.404 en total. El grueso de la oferta hotelera de la Región se ciñe en su mayoría a la franja media y más bien económica. Al número de pensiones, se suman los 26 hoteles de una estrella, con 896 plazas; los 43 de dos estrellas, con 2.107 plazas, y los 47 de tres estrellas, con 5.076 plazas. Éstos últimos forman la oferta mayoritaria, con casi el 30% del parque hotelero murciano.
La mayor parte de las pensiones y los alojamientos de una sola estrella se encuentran en el interior -alojamientos rurales sobre todo- y en el ámbito del Mar Menor. El indicador del empleo resulta también revelador: el 27,2% de las empresas hoteleras no tienen asalariados.
Los ‘top ten’ del bolsillo en playa y ciudad
En los primeros puestos del ‘Top ten’ de los mejores precios están los dos reyes del alojamiento ‘low cost’: The Cathedral Hostel, donde se puede uno hospedar diez días en pleno centro de Murcia, por 177 euros, en una habitación compartida de 10 camas (187 euros si es de 6 camas, o 197 euros si es de cuatro camas) y la pensión K-Hito, junto a la playa de La Ribera, donde la misma estancia sale por 240 euros en habitación individual, con wifi gratis, aire acondicionado, televisión, nevera, recepción abierta las 24 horas y hasta las agradables ‘amenities’ de baño.
El caso de The Cathedral es el único hostel -albergue de centro ciudad- que existe en la Región, y la aventura personal de Sara Martínez Cuenca, una joven murciana diplomada en Turismo que pasó sus primeros años profesionales haciendo de guía turístico por el mundo. «Sé que es el alojamiento más económico de la Región, y si la estancia es larga, les rebajo», explica la empresaria, que rehabilitó un viejo piso de la calle Trapería con divertidos colores en armonía con las antiguas baldosas hidráulicas. «Se alojan muchos extranjeros, estudiantes, opositores, grupos que vienen a congresos, amigos que llegan para despedidas de solteros, deportistas en competiciones, grupos de teatro», cuenta Sara, que abrió su negocio hace año y medio. Desde entonces no para. «Lo atiendo todo, desde la limpieza hasta la recepción, aunque también tengo huéspedes a cambio de trabajo», afirma. En el hostel metió «los ahorros de mi familia, no he recibido ni una subvención y ni siquiera me tienen en las redes de Turismo porque no contemplan la modalidad de hostel», lamenta. Cuenta con clientes desde larga estancia para uno o dos meses, hasta una sola noche. «Hay muy buen ambiente, mucha tranquilidad y respeto, algunos se hacen amigos», asegura la emprendedora, que sirve el desayuno cada mañana en su albergue urbano, aunque los clientes disponen de una cocina compartida.
Junto a la playa del Mar Menor
El segundo alojamiento que mejores precios ofrece es la pensión K-Hito, a pocos metros de la playa de La Ribera y con vistas al cartel de ‘Todo por la patria’ que preside la entrada principal de la Academia General del Aire. «Tener enfrente a la guardia permanente del cuartel nos da seguridad», cuenta Jerónimo Sánchez. Sus padres abrieron el negocio en 1968, en pleno boom del turismo, y él mismo trabajó de pinche de cocina en el antiguo hotel Los Arcos. «Hemos ido reformando. Ahora acabo de pintar yo misma el comedor de lila», muestra su mujer, Conchi Payá Pérez, que realmente lleva ahora las riendas de la pensión. «Tenemos parte de la clientela de cuando se abrió el hostal; aquí se crea un ambiente muy familiar«, dice Conchi. Cree que los ‘pequeños’ pueden aguantar mejor la crisis que un hotel de grandes dimensiones que precisa de muchos gastos. «Este año he reducido personal y, aunque nosotros trabajamos más, es que tampoco hay tantos clientes como antes, aunque en invierno se mantienen los gastos pero con muchos menos ingresos», explica. Esta recogida y acogedora pensión no cierra en todo el año. Ofertan tapas a un euro y menús de fin de semana super económicos para sumar ingresos con los que cubrir «los recibos de la luz, que suben a 700 euros en invierno, el impuesto de los módulos y todo lo demás». Esperan el verano como agua de mayo, aunque el turismo ya no es lo que era. «Antes se vivía todo el invierno de lo que se sacaba en verano, y ahora ya no es así».