Sonia Egea Latorre
Murcia está creciendo. Hace unos años empezó a abrazar de nuevo a esos jóvenes profesionales de la gastronomía que estaban desarrollando su potencial para mejorar y aprender tanto la cultura propia como la ajena.
Siento a Murcia con más energía que nunca. Queremos avanzar y llegar al nivel de otras grandes ciudades y lo estamos haciendo: por nuestro producto, por nuestra tierra y por la gente que habita en ella.
Y un nuevo empujón para posicionarnos en un escalón más arriba se llama: ‘Mercado de Correos‘, situado en Murcia, en la calle Pintor Villacis. Es normal que, con la reciente apertura, en nuestras primeras visitas podamos encontrar puntos a mejorar, por ejemplo: la rapidez en el servicio o en alguna técnica culinaria en las elaboraciones de ciertos puestos. Pero todos los inicios son difíciles, tanto para el cliente, que tiene que adaptarse al concepto del local, como para los trabajadores, que deben sentirse cómodos y seguros de lo que están haciendo.
Pensemos en qué se ha conseguido con esta apuesta: se ha reformado un edificio que forma parte de nuestra Región desde los años treinta, respetando la fachada y otras partes que constituyen este espacio; dio empleo a más de doscientas personas para su construcción; se han creado más de cien puestos de trabajo directos y la posibilidad de ofrecer, tanto a los murcianos como a vecinos de otras provincias y extranjeros, un lugar que ya hemos encontrado con afluencia constante en ciudades como Barcelona y Madrid.
Nuestro mercado gastronómico nos recibe con unas escaleras color salmón, iluminadas por un manto de bombillas doradas. En el lado derecho encontramos un mueble de madera y cristal que porta jarrones compuestos de variedades de flores secas con diferentes colores. En el lado opuesto, capazos de esparto con hortalizas de la huerta.
Me gustó esa representación de lo que nuestra tierra nos da, la parte de secano y floral que encontramos en el campo y la parte dura y robusta de la huerta. Pasada la recepción observamos el decorado general, con paredes blancas, ventanas azules, detalles dorados, palmeras y árboles. Una de las cosas que más me llamó la atención fue el suelo, algo que han mantenido de la antigua construcción. Un suelo que pisaron murcianos hace bastante tiempo y que ahora, después de treinta y ocho años cerrado, hemos recuperado.
El mercado gastronómico nos da la posibilidad de probar diferentes tipos de cocinas. Está compuesto por una barra central para las bebidas: refrescos, cervezas, una carta de vinos, vermouth y coctelería. También encontrarás en uno de los laterales de esta barra un pequeño espacio donde ofrecen encurtidos. Alrededor están situados los doce puestos: ‘El timbre‘, con quesos, embutidos y jamón ibérico de bellota. ‘El disparate‘, con guisos y verduras (migas, patatas asadas con alioli, marineras, alcachofas en salsa, boquerones en vinagre).
‘Moshi moshi‘, cocina japonesa. ‘Ciao bella‘, italiano (pizzas, pastas, lasañas, ensaladas con pasta). ‘La buena correspondencia‘, mexicano (tacos de pollo, cerdo o ternera, quesadillas, burritos, nachos). ‘El sello‘, con pinchos y donde predominan los salazones (tomate partido con bonito en salazón, pincho de sardina con rúcula, gulas con pimiento de piquillo). ‘Abrásame mucho‘, aquí encontraras tipos de carnes que elaborarán a la brasa (la pícala, presa ibérica, entrecot, costillar ibérico) y también tienes la opción de tomar una fritura de pescado (boquerones, calamar, gambas…).
Otro de los puestos recibe el nombre de ‘La bomba‘, donde elaboran arroces (con verduras, marisco, ibérico de carrillada, arroz negro, meloso o caldoso). ‘La del pulpo‘, que, como su propio nombre indica, ofrece pulpo. ‘La cocina de la abuela‘, con croquetas, empanadillas, hojaldres y tortillas de patatas. Y ‘La estafeta‘, donde finalizar con un postre (tartas de zanahoria, red velvet, limón y hierba buena, helados artesanales y bollería) o donde empezar, ya que también ofrecen desayunos en este stand. El mercado abre sus puertas de lunes a jueves, de diez de la mañana a doce de la noche; viernes y sábados de diez de la mañana a dos de la madrugada.
Un lugar nuevo que visitar en el centro después de un paseo por el río, de perderte por las calles del casco antiguo, para comer algo antes de volver al trabajo o disfrutar de unos cócteles un sábado noche.