La Ribera exhibe su ‘isla sagrada’ con un homenaje marinero

 

La Asociación de Belenistas de San Javier, que preside David Martínez, ha vuelto a sorprender con su montaje monumental de diciembre. Una isla, que se convierte en verdadero refugio ante el asedio del mar, acoge la vida de los protagonistas de la historia eterna, entre casas encaladas en las que se intuye la vida, por sus luces interiores, y cuevas que cobijan a pastores y ganado.

En las orillas a escala, el visitante identifica al instante paisajes de la infancia, como esa costa delimitada por un escalón, como antaño separaba la tierra del mar en La Ribera o Lo Pagán, o en los muelles de madera, los barcos de pesca o las omnipresentes redes. El observador encuentra guiños a los pueblos marineros, como la procesión de la Virgen del Carmen o el San Blas caminando por el monte.

Los artesanos belenistas han vuelto a poner todo su esmero de miniaturistas en verdear diminutos huertos y en dar vida a escenas entre canastos de doradas. Para darle sentido, planearon como un momento estelar la llegada del Niño Jesús, que llegó en un barco de remos por el Mar Menor, en brazos de María Gallut, hija de un pescador desparecido de La Ribera. Ya en el muelle, le entregó la figura a su madre, Maruja, quien la llevó hasta la cuna, junto al Belén marinero, acompañada por las autoridades, los vecinos y una cuadrilla de ángeles que caminaban entre velas. «Aquellos tiempos en que mirábamos a la orilla, y si los pescadores traían buena carga de anguilas, sabíamos que íbamos a pasar unas Navidades mejores», recordó la alcaldesa pedánea de La Ribera, Julia Gallut.

Para pasear en torno a la isla sagrada, reparar en los detalles, descubrir en cada visita un nuevo personaje y los innumerables guiños a la Virgen del Carmen y al paisaje del Mar Menor, el Belén estará expuesto bajo la carpa en la explanada Barnuevo hasta el próximo enero. Junto a la isla sagrada, más de 50 niños disfrutaron del taller de modelado navideño que impartió el escultor cartagenero Juan José Quirós. El maestro dio forma a un pastor con una ristra de pescados, mientras sus discípulos sacaron del barro una ovejita que diera vida al Belén. Los pequeños metieron las manos en el barro para imaginar las formas que pueden poblar la isla sagrada de los belenistas de San Javier. Agua y barro, imaginación e ilusión alededor del Belén que sitúa la historia sagrada muy cerca del mar.