«El interior del Mar Menor no está nada estudiado desde el punto de vista arqueológico. Es un mundo por descubrir», afirma la arqueóloga del Museo Nacional de Arqueología Subacuática de Cartagena, ARQUA, Rocío Castillo Belinchón.
Las contadas prospecciones realizadas en los fondos de la laguna hacen pensar en una alta concentración de yacimientos debido a la naturaleza de la zona y a la elevada densidad del tráfico marítimo. En 2009 y 2011 ARQUA retomó el proyecto de actualizar la Carta Arqueológica, en el marco del Plan nacional de Protección del Patrimonio Cultural Subacuático del Ministerio de Cultura, en colaboración con la Comunidad Autónoma y el Ministerio de Defensa. Desde los primeros trabajos, realizados por el ex director del Centro Oceanográfico, Julio Mas, una autoridad en el ecosistema de la laguna, no se había avanzado en la aventura de desvelar los secretos ocultos del Mar Menor. Unos 16 años atrás se localizaron 27 yacimientos que el equipo de ARQUA ha tratado de catalogar para actualizar el inventario, según ordena la Convención de la Unesco de 2001, la máxima norma de protección del patrimonio subacuático.
Los clubes de buceo, los aficionados a las profundidades y los pescadores veteranos de la laguna han ayudado en la localización de estos tesoros históricos, aunque los recortes económicos acelerados por la crisis dejarán pocas posibilidades en los próximos meses para el estudio. «Para este año, proyectamos hacer algunos sondeos en la entrada del puerto de Cartagena, pero poco más», afirma la experta en Arqueología Subacuática.
A falta de ese estudio de los mensajes enterrados de la historia en el Mar Menor, la Carta Arqueológica subacuática ha permitido contabilizar interesantes yacimientos, como el de Bajo de la Campana, descubierto en la segunda mitad del siglo XX. Las excavaciones realizadas en la zona de El Estacio de La Manga localizaron 7 embarcaciones. La más antigua, una nave fenicia de los siglos VII a VI antes de Cristo con un valioso cargamento de marfil, lingotes de metal y objetos suntuarios.
Los yacimientos de Escolletes y Estacio, descubiertos en los años setenta durante las obras del canal y puerto de El Estacio, pasaron casi desapercibidos hasta 2011, cuando se estudiaron las piezas extraídas y se desveló un enclave transitado durante siglos por diferentes culturas. Ánforas, vajillas camparienses, tejas y cerámicas que hacen soñar con otros mundos que estuvieron en el mismo lugar donde actualmente aceleran los yates de recreo.
Un fuerte temporal en 1990 hizo emerger en las playas de La Manga restos de un pailebot de dos palos del siglo XIX dedicado al comercio del cabotaje que tal vez se vio sorprendido por una tormenta o fue abandonado al final de su vida útil, como se sabe que se hacía en la zona. Se le conoce como el pecio de La Embestida. Éstos son algunos de los tesoros históricos hundidos, aunque hay otros igualmente valiosos, como el pecio Guadalupe en la isla Perdiguera, del siglo II a III después de Cristo, con cerámicas y clavijas, o los numerosos de la costa de San Pedro del Pinatar (San Ferreol, La Barra, Los Espines, Pudrimel Sur, Punta de Algas o Los Esculls de El Mojón, una barra de piedra con restos de los siglos III antes de Cristo a I después de Cristo.
Por la costa de Cabo de Palos se localizaron un pecio romano y otro moderno, además del ancla romana de la barra de San Ginés. Especial interés ha despertado entre los buceadores el Stanfield, un vapor inglés de 120 metros de eslora hundido en 1916, en plena Primera Guerra Mundial, en Bajo de Fuera, una barrera rocosa muy apreciada para el buceo, pero que posee cimas escarpadas que se sumergen solamente tres metros, lo que supuso una trampa mortal para los buques de cierto porte en épocas en que la cartografía marina y los instrumentos de navegación no eran tan precisos como ahora.
Bancos de barracudas, congrios, atunes, tortugas, morenas y peces luna llena de vida este descanso final del Stanfield. Se pueden ver restos de cascos de buques naufragados, también del mítico Sirio, el Titanic del Mediterráneo. Los buceadores suelen hacer inmersiones para ver ‘El Naranjito’, el mercante Isla de la Gomera hundido en los años cincuenta por corrimiento de una carga de naranjas y que se encuentra en reposo vertical, como si navegase hacia Cabo de Palos. Solo los buceadores avanzados se atreven a recorrer sus salas de máquinas, sus bodegas y pasarelas, las tripas de este pecio situado a 1,36 millas de la costa de Cabo de Palos. Los que conocen bien
El Naranjito hablan de una pareja de enormes congrios que ha encontrado un refugio perfecto en el puente de mando del paquebote, según relata el Club de Buceo Islas Hormigas.
Especialmente valorados son los cañones hallados en Cala Fría, Cabo de Palos, junto a tres anclas, una de ellas bizantina.