«¿Y esto qué es?», se oye exclamar en la frutería ante la caja de níspolas. No es que estén en peligro de extinción, es que ya nadie los conocía. Se las daba por extinguidas y olvidadas, aunque de vez en cuando vuelven a los estantes de las pequeñas tiendas, como la frutería de Santiago de la Ribera, de donde proceden los de la foto. Es una de esas variedades de la antigua huerta de Murcia, de la que han desaparecido ya algunos frutales y hortalizas por su bajo aprovechamiento comercial.
La Asociación para la Conservación de la Huerta de Murcia (Huermur) habla de las níspolas del terreno o gordal con el que se elaboraba el arrope. Era parte del paisaje de la biodiversidad que poco a poco ha sufrido un retroceso, en parte porque la canalización de las acequias y azarbes y la corrección del cauce del Segura han devastado gran parte de la vegetación de ribera y casi toda la fauna que albergaba, según explica Huermur. Han puesto en marcha un proyecto de recuperación de variedades locales con la ayuda de la Red Murciana de Semillas (RAERM) y Viveros Muzalé de Abanilla.
Las níspolas son el fruto de un árbol silvestre de ramas espinbosas que crece espontáneamente en la Europa templada. Se cosechan entre septiembre y noviembre, cuando están duras y acerbas, y se dejan madurar entre paja hasta el invierno. Están a punto para comer cuando se reblandecen y adquieren un aspecto negruzco. Alcanzan entonces un agradable sabor a vino.
Posee propiedades astringentes por su alto contenido en tanino y mucílago, por lo que es eficaz para cortar las diarreas son provocar estreñimiento. El nispolero es un árbol bajo de copa ancha cuyo aspecto recuerda al membrillero. Sus hojas son ovaladas, anchas y grandes.