Mariano Bas participa en la Música Completa de los Hermanos Doppler: ‘Menos mal que nos queda la música’

El profesor de flauta, Mariano Bas

Entrar a través de los oídos en el universo musical de los hermanos Doppler es como despegar los pies de este planeta pandémico y echar a volar. «No hace falta tener una gran cultura musical para disfrutarla, solo hay que dejarse llevar, porque ellos sabían cómo llegar al público», afirma el flautista y profesor del Conservatorio de San Javier, Mariano Bas, que ha participado en la grabación de esta enciclopédica colección de los hermanos austríacos, que fueron tan populares en la Europa romántica del siglo XIX. 

 

¿Se lleva mejor el confinamiento con música?

Sí, menos mal que nos queda la música, sobre todo cuando estuvimos en el confinamiento de primavera y se produjo aquel movimiento de los artistas que ofrecían música, teatro, danza. Y la gente consumió mucha cultura más allá de las redes sociales. 

Para los músicos, ¿qué ha supuesto este parón?

El confinamiento reveló las carencias estructurales que tenemos los músicos clásicos. Necesitamos tener mucha más cohesión profesional entre nosotros, para que nos permita estructurar y dar forma a la idiosincrasia de cada perfil de músico. De esta manera, la administración reconocerá mejor nuestras necesidades profesionales y fiscales. Nosotros somos los verdaderos responsables de explicar nuestra identidad.

El lema de ‘Cultura segura’ está dando a conocer ese grito del gremio, que estamos lanzando con mucho tacto, pero que significa mucho porque es el sustento de muchas familias. 

¿El confinamiento produjo un acercamiento del público a la música clásica?

Por las redes sociales era impresionante cómo la gente agradecía que los músicos salieran a tocar. La gente necesita música, teatro, poesía. Lo que nos tiene que hacer reflexionar ahora, que tocamos fondo, es que en los últimos años había crisis de la música clásica generada por la falta de conexión con el público. 

Los músicos han centrado todo su esfuerzo en perfeccionar la técnica, y eso les ha alejado del público.

Claudi Arimany (Barcelona, 1955) es el único flautista reconocido que solo factura por ser concertista, y eso dice mucho, que sea el último flautista que ha tenido esa vida de contacto con el público. Con él termina una tradición de grandes intérpretes. Actuó 9 años con Jean Pierre Rampal (Marsella, 1922-2000). Quedan pocos pianistas, pocos violinistas, que tengan el perfil de artistas para el público. En cuanto a mi instrumento, ahora tenemos más flautistas que tocan para flautistas que les reconozcan su maravillosa técnica. 

¿Eso encierra la música clásica en una burbuja aislada del público?

Claro, eso hace que la música no sea el fin en sí mismo. Y es el fin en sí mismo. No se incluye la emoción del público. El problema no está en la música clásica. La crisis es interpretativa. 

¿Cómo reconducir esa situación?

La solución es social. Vemos que cuando se juntan seis amigos, miran más el móvil de lo que hablan entre ellos. Y esta situación actual nos ha llamado a no perder el norte. A comprar en el pequeño comercio, a hablar con el vecino, a comprar legumbres a granel, a pasar tiempo con la familia. La naturaleza salió a las calles. Se vio el Everest sin polución. 

La música que te toca el alma es el ungüento que necesitamos ahora.

Para algunos es el único consuelo, porque la música tiene esa espiritualidad inexplicable que roza la fe, como como sistema de vida. Eso lo estábamos olvidando. 

Pero en cambio necesitamos la música para vivir. 

Un día sin música es algo difícil de imaginar. Sin que los niños canten, sin que suene una melodía en el móvil. Muchos no lo soportarían. El que fue párroco de San Javier, Pepe León, decía que la música es una de las experiencias más parecidas a tener un acercamiento con Dios. Hay un espíritu. Simplemente una pausa que hace un músico, te puede poner los pelos de punta, porque somos seres trascendentes, aunque estamos en un punto muy decadente. 

¿Qué ha sido la música para tu vida?

La música lo ha sido todo. Nací en Rafal, un pueblo alicantino que tiene una banda con 185 años. MI padre, que era albañil, tocaba la tuba en la banda. Cuando nací había unos 1.500 habitantes y, en todas las familias algún miembro o todos tocaban en la banda. Todos mis amigos de infancia son ahora músicos profesionales.

Entiendo la música como una forma de vida, con sus valores.

Por eso cuando la observo desde el punto de vista superficial, solo técnico, me parece falsa. Mi hermano, mi padre, mis primos son músicos. 

El Conservatorio de San Javier cuenta con una gran demanda de alumnos, ¿los jóvenes sí viven de lleno la música?

Tratamos de crear esa cultura musical desde el Conservatorio, porque ellos van a ser el público de los auditorios y las salas de concierto, pero algunos no consumen música. A veces les digo que les ocurre como si cocinasen platos en una escuela de cocina pero no los quisieran probar. 

Hay quien cree que para disfrutar de la música clásica hace falta una gran cultura musical.

No hace falta. Solo hay que dejarse llevar. Muchas buenas reflexiones nos vienen de escuchar música.

El músico tiene que ser verdadero, no políticamente correcto. 

¿En qué ha consistido el proyecto de Claudi Arimany en el que has participado?

Desde 2007, Arimany lleva trabajando en reunir casi toda la música de los hermanos Doppler, porque ellos se iban moviendo de aquí a allá e iba quedando dispersa a veces su obra. Fueron miembros fundadores de la Orquesta Filarmónica de Viena. Fueron amigos de Wagner, de Liszt, de Brahms. Le dedicaron obras al inventor de la epidural, que fue alumno de ellos como flautista amateur, y a uno de los ingenieros del canal de Suez. 

Arimany empezó a buscar, a investigar pistas, reunir carteles de conciertos de los Doppler con el repertorio, conoció a un tataranieto, y emprendió la grabación de toda su obra. 

¿Por qué los hermanos Doppler, qué fue lo que hizo que se fijara especialmente en ellos para ese trabajo tan grandioso, en el que ha grabado 12 volúmenes?

Los Doppler eran compositores concertistas. Solo dejaron de tocar cuando perdieron los dientes tras cumplir los 40 años. Eran grandes personalidades de la época. Wagner les regaló la batuta con la que dirigió la ópera ‘Lohengrin’. Destacaron en la música de aquel tiempo, marcado por el virtuosismo de Liszt, de quien decían que tenía un pacto con el diablo. Ellos destacan por sus melodías y su virtuosismo. 

Es una música amable y luminosa, que conecta enseguida y parece que sube el ánimo. 

Su música llegaba con facilidad a la gente. Ellos tocaban para el público y sabían cómo componer para él. 

Parece un trabajo enciclopédico, de una envergadura enorme. ¿Es usual en la música clásica?

El director de la discográfica vienesa le dijo a Arimany que era el proyecto más grande que habían tenido desde el punto de vista de recopilación de una obra. Son 12 ‘cedés’. Si reúnes las sinfonías de Haydn, son más, pero hablamos de un solista. Los Doppler tenían piezas para flauta y orquesta, de flauta y piano, para tríos…

Caludi Arimany. Foto: Digital Capriccio. 

¿En qué ha consistido tu participación?

Después de Shigenori Kudo y, por supuesto, de Claudi Arimany, soy el flautista que graba más obras del proyecto. En concreto 9 obras que aparecen en 8 de los 12 discos. Principalmente en los Tríos para tres flautas junto al maestro Arimany y mi gran amigo Eduard Sánchez, que cierran el volumen 12 y el proyecto, escritos por el compositor Jean-Désiré Artôt y dedicados Franz Doppler.

Durante los años de trabajo en el proyecto, he podido contribuir con la búsqueda de partituras, a hacer algunos arreglos, buscar portadas con cuadros de la época que reflejan el folclore húngaro. He disfrutado compartiendo esos momentos con él. El proyecto me ha llenado sobre todo por lo que Arimany es para mí. Le considero el flautista vivo más importante, pero además es una persona llena de humildad y bondad. 

Participé además en las sesiones de grabación con la Orquesta Sinfónica de Elche, de la cual fui flauta solista, y la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia. 

Llama la atención que estos grandes músicos hicieran esos guiños a arias famosas e incluso melodías populares en medio de sus composiciones, lejos de esa otra concepción elevada de la música clásica de etiqueta, tan elevada. 

Ellos tenían formas de llegar al público, y una de ellas era introducir partes de arias de ópera conocidas, de canciones populares del folclore húngaro… 

¿Qué ha supuesto participar en un proyecto así?

Lo he vivido como algo muy grande. Toco con una persona que ha dejado un testimonio inigualable. Lo conocí en 1997, cuando aún tocaba con Rampal, que murió en el año 2000. Y Rampal fue quien llevó la flauta a ser un instrumento concertista, con casi 400 discos originales grabados e infinidad de conciertos por las mejores salas del mundo. Revolucionó el instrumento. 

¿Qué aconseja para disfrutar de esta extensa obra?

No es necesario empezar desde el principio. Cada disco es un todo en sí mismo. Y todos empiezan desde la formación más pequeña y evoluciona a la más grande, con flauta y orquesta. Cada disco es muy versátil. Arimany piensa en el público. No toca para flautistas solamente. Le gusta ver al público, mantener la conexión, mirarlo. 

CONCIERTO APLAZADO

El profesor de flauta Mariano Bas ha pospuesto su concierto anual benéfico al próximo junio debido a la pandemia. La tercera edición de su concierto se celebrará de nuevo en el templo parroquial de San Javier y este año destinará toda la recaudación a Cáritas Parroquial de San Javier. 

Mariano Bas se acompañará de su amigo el joven músico murciano José Antonio Domené con el que desde 2007 forma un dúo estable de flauta y arpa. 

“Para mi es como una obligación, utilizar mi música para poder ayudar económicamente a los que lo necesiten”, señaló Mariano Bas, que agradece la colaboración del Ayuntamiento de San Javier para la realización del concierto benéfico que surgió hace tres años con un concierto de Bas y otros músicos amigos para celebrar su cumpleaños. La recaudación de entonces, que superó en ambas ediciones los 1.000 euros, a través de donaciones voluntarias del público, se dedicó a la labor de la Casa Cuna de Sucina.