'El Mar Menor es la metáfora del agotamiento'

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Alexia Salas. Quién no ha visto, de pie en la orilla del Mar Menor, el reflejo de un futuro incierto. Puede que incluso haya quien atisbe un fin de ciclo en las bocanadas de los miles de peces que buscaban oxígeno fuera del agua durante el episodio de anoxia del pasado octubre.Nos encontramos ante un fin de década, pero ¿es también un final de ciclo? El catedrático de Filosofía Juan Manuel Sánchez, director del instituto Ruiz de Alda, de San Javier, analiza los síntomas que revelan una época de vacío y agotamiento. 

En este fin de década en que nos encontramos, ¿detecta signos que también nos indiquen que estamos ante un final de ciclo?

Sí, pero de una manera muy profunda. Tenemos el fenómeno del Mar Menor, que es toda una metáfora, que dota de significado a la palabra ‘agotar’. Más que en un fin de ciclo, estamos en un momento en que sentimos que no hay futuro. Es la clave, por eso estamos llenos de nostalgias. Ni en nuestra zona ni en otras, hay una imagen idílica de lo que debería ser el futuro. No sabemos qué sería el futuro para nosotros, y eso es el agotamiento más profundo que existe desde la filosofía. Es lo que se llama nihilismo. Estamos completamente desconcertados, por eso miramos hacia atrás buscando refugio en paraísos que ni siquiera existieron, porque si miramos para atrás, el pasado no fue tan idílico como parece pero ¿qué tenían esos momentos? Tenían futuro.

Tenían futuro para nuestros hijos, tenían futuro para nuestra propia vejez, tenían futuro para nuestros pueblos, pero ahora no. Ahora queremos tirar y volver a lo que teníamos, como si fuera una gran pérdida. Tenemos la nostalgia, con todo lo que conlleva de tristeza, y con todo lo paralizante que conlleva la nostalgia. ¿Dónde vemos esto claramente, aparte de en nuestras calles, en nuestros ríos, en nuestros mares? En nuestros hijos. No saben qué quieren. No saben plantearse una ilusión para el futuro. Lo único que desean es vivir como viven con sus padres. Tener una casa, tener esto y lo otro, pero no tienen las ilusiones que nosotros teníamos de cambiar el mundo, porque se vive el mundo como algo muerto. Por eso el Mar Menor va más allá del propio Mar Menor. Nosotros hemos matado la ilusión porque la sociedad que hemos construido no nos gusta, pero tampoco vemos cómo sería la que nos gusta. 

¿Lo ve en su trabajo diario en el instituto, con los jóvenes que ya van por la generación Z?

Bueno, ya posterior a la Z. Tenemos ya gente de 2005 o 2006. 

LA GENERACIÓN T o generación táctil se refiere a los nacidos en torno al año 2010 y se prevé que acaben en 2025. Actualmente se encuentra en pleno desarrollo educativo, y los expertos creen que presenta uno de los mayores desafíos educativos de la historia. 

LA GENERACIÓN Z o posmilénica abarca a los nacidos desde 1995 a mediados de la década de 2000. Han usado internet desde muy jóvenes y se sienten cómodos con la tecnología y los medios sociales. 

LA GENERACIÓN Y o milénica (millennial) se refiere a los nacidos entre principios de los ochenta a mediados de los noventa o incluso principios de la de 2000. Han estado familiarizados con las tecnologías digitales y las comunicaciones. 

El catedrático de Filosofía Juan Manuel Sánchez en su despacho del instituto Ruiz de Alda de San Javier. 

¿Qué observa en esta generación tecnológica?

Aquí hay mucha mezcla. El inmigrante viene con una reflexión completamente diferente, y el autóctono con otra, pero hay autóctonos de muchos tipos. No es lo mismo el que procede del mundo rural que se ha transformado, como San Cayetano o El Mirador, que ya no son los de antes, que el que vive en San Javier, cuyos padres suelen estar vinculados al sector Servicios. Pero sí prevalece esa idea de que el futuro no será distinto del mal presente que tenemos y, por lo tanto, no hay futuro, como si la historia se hubiera parado. Los chavales no tendrán motivación nada más que por dos corrientes que, aquí en San Javier, aún no han pegado el golpe que tendrán. Una es el ecologismo como preocupación mundial, que nos llega también de forma determinante porque tenemos un problema ecológico, no solo en el Mar Menor, ya que toda la Región tiene un problema ecológico fuerte. Y el feminismo, que es la otra gran revolución, que marcaría un futuro pero que tienen que ser ellas las que tengan el protagonismo y decirnos cuál sería el mundo distinto del que los varones hemos destrozado con nuestras políticas. 

¿Esto viene a desconcertar a una parte de la sociedad?

A una parte importante de los varones, y de las madres de esos varones también. Los educaron para una cosa y ahora no vale esa educación. Otra vez nos encontramos sin el futuro. Piensan ‘mi hijo no va a tener a esa mujer que yo le enseñé que tiene que tener’. Además, el machismo ha tenido reflejo político porque los partidos de derechas tienen una comprensión machista de las relaciones. Cuando un antropólogo piensa qué ejes son los que marcan la estructura que va cambiando, el eje trabajo, el de las relaciones con los otros, que suelen ser de amor o de dominio o de poder, y finalmente la relación con la muerte, esos tres grandes pilares de la vida de cada persona están sufriendo agotamientos, en el sentido de que pierden significados. El trabajo pierde significado y termina siendo un modo de vida, que no es lo mismo que el trabajo. Un trabajo es cómo te relacionas con la naturaleza y cómo la transformas, y se está perdiendo a qué vocación responde, a qué llamada responde. Si preguntas a los chavales qué quieren ser, dicen ‘yo rico’, pero eso no es trabajo. Si lo que quieres es comprar muchas cosas, lo que eres es un consumidor. No es raro que no funcionen los sindicatos. Cómo van a funcionar, si somos consumidores básicamente. 

El gasto medio por ciudadanos español en dispositivos móviles fue de 401 euros en 2018, un 33% superior al de 2017. 

En el terreno del amor, mira todo lo que ocurre, con una violencia de género que ahora aflora porque ellas han dicho basta, pero que aún queda muchísimo. Me resulta incomprensible que se hayan normalizado los números de la violencia de género, sabiendo que son muchos más. De ahí la importancia que le doy a que narren, que lo saquen, no solo que cuenten que ha muerto, sino que estaba delante su madre o su hijo. En el reparto de poder, también vemos un agotamiento y hemos vuelto a la nostalgia también ahí. Las tribus se han exacerbado, y con el nacionalismo parece que repetimos el comienzo del siglo XX, volvemos de nuevo a esa batalla tribal. Y los grandes proyectos liberales y socialdemócratas, especialmente este último, están completamente sin futuro. No saben hacer una derivación contemporánea donde ya no existen grandes movimientos obreros y , por lo tanto, el estado del bienestar, que requiere pleno empleo, se ve transformado y, la próxima tendencia que llegará, que es la robótica con toda la tecnociencia, no está teniendo un desarrollo equilibrado a los modos humanos de vivirlo. Cada gran transformación técnica requiere ir acompañada de la correspondiente transformación social, y no está ocurriendo, por lo tanto el desequilibrio es también un ‘sin futuro’. Buscamos soluciones en el pasado. 

Y con la muerte, la negación es radical. Por tanto, la negación de toda posible trascendencia o vivencia de lo que puede ser trascender, lleva a esconder la muerte, a esconder el fin de las posibilidades en hospitales y tanatorios. Hasta los cementerios se están reduciendo. Ya la infancia no vive la muerte, la adolescencia mucho menos y de forma trágica cuando ocurre, pero no hay una integración en la vida de las muertes que uno tiene que ir sufriendo. 

¿Todo tiene que ser felicidad?

Más que felicidad, que es una palabra demasiado fuerte, porque los griegos la vinculaban con la voz de la conciencia. Le daban el nombre de ‘eudaimonia’. El ‘daimon’ es el demonio o el ángel que llevas dentro y te habla. Callar el ‘daimon’ era la felicidad, cuando te sientes realizado, completo, en el sentido de haber cumplido con esa voz que tienes dentro. La felicidad hoy la vivimos como la satisfacción del consumo, que es imposible porque el consumo requiere más consumo. Vincular la felicidad al puro deseo solo lleva a tener que aumentar el estímulo para el deseo, por lo cual te conviertes en un ser desquiciado. Incluso los felices son desquiciados. Pero sí podemos decir que vivimos en sociedades de bienestar con comparación con otros periodos de la historia. 

Borges decía, hablando de un antepasado suyo, que “como a todos los hombres, le tocaron malos tiempos que vivir”. ¿Tenemos tendencia a regodearnos en las crisis o a vaticinar siempre que vienen otras?

Si es una tendencia es que es algo estructural. Y por tanto lo vamos a seguir teniendo. Somos seres por definición inquietos. Esa inquietud tiene que ver con que no tenemos las respuestas establecidas. Solo sociedades muy muy primitivas han tenido las respuestas establecidas. En la medida en que la vida obliga al cambio, vivir es cambiar porque somos un fluir, tienes que dar respuestas y, por tanto, estás en una inquietud. 

¿Y ahora buscamos respuestas a más velocidad, porque los cambios son más rápidos?

A más velocidad porque tienes menos tiempo para poder reflexionar, pero la velocidad es la misma, lo que pasa es aque nosotros la disfrazamos de inmediatez, que no es lo mismo. Las cosas te llegan en la misma época que a casi todo el mundo. Vas a estar en la escuela hasta los 17 o 18 años, y sin embargo te crees que las cosas van muy rápidas. Lo que pasa es que agotamos muy rápido el trato que tenemos con las cosas. Confundir el trato con el consumo de las cosas y las personas es lo que nos da la sensación de prisa.

Y sin embargo parece que vivimos más en el pasado que en el presente. Nos gusta vestir como en los sesenta, escuchamos la música de los setenta, reversionamos películas de hace décadas…incluso el arte parece atascado. 

Vivimos en realidad en un cierto territorio de vacuidad. Jugamos a que un plátano pegado en una pared sea una obra de arte, repitiendo lo que en su día se hizo en el Guggenheim, y eso significa que no tenemos cultura artística, y sin embargo el arte que se desarrolló del siglo XIX al XX requiere conocimiento para poder degustarlo. ¿Cuál ha sido la única manera de degustarlo de forma popular? La moda y la publicidad. Les ha llegado el gusto por los colores, por las formas de las nuevas vanguardias ha sido a través de la forma de vestir, de decorar las casas. A esas artes menores es donde nos ha llegado el impulso, pero no ha trascendido al mismo nivel que en las formas de vivir, y por tanto la discusión de qué papel juega el arte hoy día más allá de la decoración, no se encuentra. En otras fechas jugó incluso un papel reivindicativo, qué nueva transmutación de valores presenta, qué nueva estética. 

El polémico plátano pegado en la pared de Maurizio Cattelan en la feria de Miami. A los pocos días llegó otro artista, lo desprendió y se lo comió causando un revuelo calculado para poner en cuestión el mercado del arte. 

¿Es de esperar un punto final a ese estiramiento cultural del pasado?

Llevamos mucho tiempo con esta deriva. Los grandes ejes de pensamiento ni siquiera se han desarrollado en el siglo XX, sino en el siglo XIX y las primeras décadas del XX, incluyendo en ciencia. Las últimas grandes revoluciones de carácter científico han sido la cibernética, que es desarrollo de teorías muy anteriores, y la genética, que también vivió épocas importantes en la década de los setenta, y ahora las Neurociencias actuales, pero que reproducen esquemas de teorías anteriores. Lo que hemos conseguido ahora es una tecnificación que nos permite profundizar más en esas teorías anteriores, pero no van acompañadas de otros ejes de pensamiento que nos permitan incluirlas en un futuro, y cuando digo futuro quiero decir un fin que perseguir, porque la ciencia nos está dando muchos medios, pero para qué fin. Ese es el que no está claro, y lo que se está imponiendo, y anuncian casi todas las distopías del siglo XX, es la satisfacción individual como única posibilidad de futuro, pero claro al final está la muerte. Antes se pensaba en dejar una mejor vida a los hijos, y ahora no se tienen hijos porque no hay futuro. Las grandes civilizaciones se agotan porque no se quiere tener hijos.

Los hijos vienen de civilizaciones que viven aún de forma preilustrada, es decir, de antes de preguntarse qué relación tienen con la religión. Es un síntoma de la desaparición de la sociedad como objetivo, por eso cuando hay elecciones políticas es un desbarajuste, con tantos partidos, porque los intereses están tan particularizados que, si la representación fuera real, tendríamos que estar todos haciendo un pacto. Cuando hablamos, lo hacemos pensando a qué partido perteneces, no en qué modelo de sociedad quieres y, por tanto, estás dispuesto a sacrificar cosas. Esa ausencia de sociedad, es uno de los síntomas que nos dicen que, por el momento, no hay nada que nos permita pensar en un futuro distinto de los dos ejes morales: los derechos humanos, que todo el mundo reconoce pero que no todos respetan porque hay mucha hipocresía, y el feminismo. El feminismo es la gran revolución, porque va a dotar del otro eje que debió tener la Ilustración y no tuvo. Tuvo el eje de la racionalización, en el sentido instrumental del término, para darnos mayor potencia técnica, pero olvidó los intereses universales de la razón que tienen que ver con los cuidados. Tengo fe en que del mundo femenino venga la sensibilidad por el cuidado como un gran eje cultural. Si algún sentido tiene vivir juntos es cuidarnos. 

Dicho así es esperanzador. 

Sí, pero aún no se ha construido como mundo, porque aún la mujer cuando reivindica, se está reivindicando frente a la violencia. No lo hace aún por sus valores, por haber vivido la cultura del cuidado desde que nacieron. Las mujeres aún están en el periodo del ‘león’, que diría Nietzsche. No han llegado a la inocencia de poner sus valores por delante. Nietzsche marcaba tres estadios por los que pasa cualquier civilización: uno  es el camello, que lleva la pesadez de la losa, del deber que te imponen, y eso las mujeres lo han vivido muchísimo. Otro es el león, que representa la rebelión, pero esa rebelión te sigue atando como víctima, y el gran escalón es llegar al nivel del ‘niño’, el superhombre, capaz de crear, y marca un camino como concepción artística de la vida como sentido, porque en un momento de desarrollo de civilización tan potente como la nuestra es la capacidad de ver que, lo que hay delante, es libertad. Y esa es la que te lleva a plantearte ‘yo qué quiero hacer’, y poner mi alma en eso. Transformar y dar al mundo mi alma. Eso es el artista. Es el arte en el sentido profundo del término. Para eso ha estado desarrollándose la historia del arte. Hegel, que es del siglo XIX, dice que el arte ya se ha liberado de la forma. La forma ya está a su servicio. Tengo en mi despacho enmarcadas obras de chavales de mi instituto. Algunos dirían ‘esto qué patochada es’. La ausencia de forma. Antes se valoraba el parecido de una pintura con la realidad, pero el arte dio su vuelta grandiosa cuando te permite ver otras cosas del mundo que antes estaban tapadas por la forma. 

Cuando veamos que la libertad es el único futuro, y nos sentemos a hablar qué queremos, ya que Dios ya no nos dice qué tiene que ser, alguien tendrá que decirlo. Qué queremos. Es el punto en el que tenemos que lograr un crecimiento social acorde a ese reto, porque si no, ese espacio lo ocuparán los medios -no los medios de comunicación- con ausencia total de los fines. Y cuando los medios son el único desdarrollo posible, normalmente las sociedades se suicidan porque su lucha se agota en el consumo. No conducen a ningún significado humano. 

Si hablamos de la comarca del Mar Menor, ¿la presión ambiental condicionará nuestro modelo futuro de vida, con una agricultura ya insostenible, la lucha del agua? ¿Sabremos introducir los cambios necesarios?

La cuestión es si podremos. La lucha de intereses económicos es tan brutal que solo una ciudadanía muy concienciada puede obligar a que eso ocurra. El otro día la gente de Los Alcázares salió y cortó la carretera. Debería haber estado todo el mundo allí porque ellos lo están viviendo de una forma tan palpable que ha cambiado todo. La imagen de los peces, que hizo llorar a los propios ciudadanos de la ribera del Mar Menor, debería llevar a que los políticos cogieran esa bandera real, y liberarla de otras esclavitudes. Soy muy escéptico con este asunto, y creo que terminarán abriendo el Mar Menor al mar mayor. No creo que quiten todo lo que hay que quitar para lograr la única solución real, que es limitar la agricultura intensiva. Habría que recuperar todas las marismas y llenar todo de filtros vegetales y eso requiere quitar urbanizaciones, unas expropiaciones brutales. Lo ilegal lo damos por supuesto, que hay que eliminar los pozos ilegales, pero el cambio de límites en las producciones, también, y eso lo veo complicado. En las declaraciones que hemos visto incluso en la televisión, nadie asume culpas. 

Los puertos deportivos, las playas artificiales, con aquella nostalgia del Caribe y una ausencia de pensamiento en los políticos de entonces en la Región de Murcia, que no supieron la joya ecológica que tenían, como no lo supieron en Valencia con la albufera. Solo ahora las cuidamos en Doñana, pero tampoco del todo. No hemos sabido convertirlas en un valor. Siempre la ignorancia ha atropellado creyendo que oba a ganar más, cuando al final es una pérdida mayor. Cómo es posible que una avenida vegetal de pinos, que separaba y unía La Ribera con San Javier, fuese resuelta de esa manera tan ignorante, tan chabacana, creyendo que esto es una avenida de California. Aquí con facilidad tiramos algo para poner la guinda en algo que no es el fin. La iglesia del siglo XVII es lo único que respetaron, por eso es la joya, q ue mira espantada hacia esa plaza, donde antes había una glorieta preciosa. Despreciamos lo que teníamos y ahora lo vemos con nostalgia. 

¿Las inundaciones infunden un sentimiento de vulnerabilidad en el ciudadano ante algo más grande y fuerte que ellos, a pesar de que hemos sido nosotros mismos los generadores de esa fuerza mayor?

Inundaciones aquí ha habido siempre fuertes y gordas, lo que ha cambiado es que en Los Alcázares es el pueblo entero el que es objeto de la riada. Antes se sabía dónde iba la riada. Ahora es el pueblo entero. Era inimaginable. Añadido a las noticias del cambio climático, estamos ahora más sensibilizados, pero no hemos creído en ello, hemos construido sobre las ramblas, hemos hecho las carreteras a contrarambla, y no podemos tener como excusa que no había ramblas. Todo el mundo las conocía. En 1987, yo trabajaba en Torre Pacheco y no podía salir de casa. Sabíamos que había ramblas, pero preferimos cerrar los ojos por la idea de una mera riqueza inmediata. Eso se llama nuevos ricos, que son los que despilfarran lo que tienen. 

¿En este caso, nuevos ricos somos todos porque todos hemos malgastado los recursos?

Unos más que otros, pero es cierto que todos hemos cerrado los ojos en algún momento. 

¿Es conveniente ahora dispersar la culpa, como intentan algunos políticos?

Claro, pero la culpa reside más en quien tenía poder de decisión. Todo el que ha tenido que construir una casa, dar un permiso. 

Otra sorpresa de este fin de década ha sido el apoyo mayoritario a Vox en la comarca del Mar Menor y campo de Cartagena, ¿le sorprende?

Ya me sorprendió en las municipales la aparición de Vox, porque no creía que la ruptura del PP iba a ser tan grande. Detrás del voto de Vox veo un castigo al PP, y en segundo lugar, un castigo por parte de quienes ahora se sienten culpabilizados por quienes tomaron las decisiones en el PP, y ahora les echan las culpas a ellos, que eran sus votantes. No veo una tendencia de ultraderecha como en Francia o en Alemania. Supongo que terminará encajándose de nuevo en el PP. Vox estaba en el PP. 

Me ha resultado aún más raro lo de Ciudadanos, porque era un contrapeso en la misma derecha, pero veo que son errores poco inteligentes de políticos poco avezados. 

En una comarca donde ha crecido la inmigración, con el efecto llamada de la mano de obra agrícola, sin aparentes problemas de convivencia, ¿ve una deriva racista en ese voto mayoritario?

Racismo hay. Me ha resultado curioso que la visita de Abascal a San Javier no tuviera ninguna foto con los dirigentes locales de su partido, pero sí se las hizo en el barrio Castejón y en el barrio San Francisco Javier con alumnos magrebíes antiguos y actuales. 

Hay un trabajo impoirtante que hacer de integración y de inclusión, pero al mismo tiempo de regularización de los movimientos migratorios. Debemos ser innovadores en ese terreno. A veces hablamos de la I+D+i en lo puramente técnico, pero no hablamos de innovación en la Justicia, la regulación. No puede haber fluidos sin que sepamos encauzarlos, porque si no, ocurrirá lo mismo que con los ríos y las riadas. Hay que prever cómo integrarlos. Y lo tenemos fácil porque los necesitamos. Sería peor que fuesen adonde no se necesitan. Debe haber transformaciones en el terreno de la producción económica, donde lo humano sea un valor, porque si no, la máquina desplazará de forma completa al humano. Hasta ahora los cambios técnicos, que son los que regulan los sistemas de producción, siempre tuvieron sus propias revoluciones sociales.

Cuando llegó la máquina, la forma esclavista dejó de funcionar, y ahora con la globalización técnica tiene que darse un desarrollo contrario a los movimientos de nostalgia que estamos dando. Si no hay una gobernanza superior a la tribu, va a ser muy difícil la integración. Los choques se producen cuando queremos cerrar el territorio de la tribu justo cuando la economía va por el impulso contrario, que es abrir. Cerrar no conducirá a nada, luego adelantémonos y veamos cómo regular e integrar. Y cómo invertir y dónde. Tiene que haber una gobernanza superior a la tribu, sea Europa o la ONU. En regular no hemos innovado nada en el siglo XXI, y si no innovamos, va a colapsar. 

Obra de Banksy, el misterioro grafitero británico. 

¿Cómo va a impactar el escepticismo de los jóvenes, por la falta de empleo en gran parte, en la sociedad cuando estas generaciones que se sienten despegadas lleguen a formar parte de la toma de decisiones?

Veo que empieza a cambiar. El joven empìeza a tener preocupaciones. Los consejos municipales tienen jóvenes. Hemos hecho actividades sobre la violencia de género y tienen eco. También los de recogida de plásticos. Ocupan un sábado en ir a las playas para eso. Hay una repercusión en el ecologismo y el feminismo, pero no hemos hecho innovaciones democráticas en las estructuras para que entren porque, primero las organizaciones juveniles no son lo más adecuado en el terreno partidista, y se convierten en lugares de medrar. Eso está en crisis: la inclusión en los partidos de la inquietud juvenil. Unido también a que no existen sindicatos que merezcan el crédito de los que trabajamos. Son los dos grandes frenos para hacer una evolución en el territorio de los partidos. Tiene que haber una innovación en la participación política, que posiblemente tendrá que ver con que los políticos cedan espacio o que haya más espacios políticos no partidistas, más abiertos a la sociedad civil y con asociaciones con más peso. No se termina de encontrar el camino de que los partidos luego no se coman a esas sociedades civiles. Que no todas las decisiones dependan de los partidos o de los ámbitos jurídico políticos. Más abiertos, más flexibles. 

¿Pasará por la participación ciudadana la mejora de la calidad de vida en la comarca del Mar Menor?

Es la única forma que veo. Salir del individualismo y participar. 

En cambio en la práctica tendemos a relacionarnos cada vez más a través de redes sociales y no de puntos de encuentro y convivencia. 

Pero esa relación es muy falsa. No es lo mismo relacionarse que exhibirse. Lo que hay en redes sociales es una exhibición. La relación requiere de intimidad, y solo hay intimidad si hay un cuerpo. Las relaciones son virtuales, no reales, por eso predomina el exhibicionismo, ya sea ideológico o estético o amistoso. 

Las pantallas no son favorables a la reflexión. Te introducen en hiperactividad. La reflexión requiere tiempo, atención, y las pantallas distraen. Si tieneds abierto en ordenador, te llegan notificaciones de tal manera que te tapan las cosas. La reflexión requiere ademáss rumiar. Hay que tener cuatro estómagos, para que las cosas pasen de uno a otro, y eso se pierde con las pantallas. Son útiles, pero cuando viene una moda queremos hacerlo todo a través de ese medio, y produce distorsiones hasta que la deriva propia de las cosas, las devuelve a su sitio. Se necesitan sitios donde no imperen las pantallas. Hay grandes conferencias en las que no te ponen el power Point para distraerte. Cuando quiero ver una película me centro en la pantalla, pero necesito no verlo en Netflix, porque en mi casa me distraigo. Tengo que ir al cine y poner toda mi atención. Pero los cines se están vaciando también con otros fenómenos que nos van individualizando. Pero tengo esperanza de que en la propia individualización, lo que la gente termina disfrutando es la amistad como un ideal del que se puede echar mano y forma parte de los cuidados, porque los amigos se cuidan. La amistad es uno de esos elementos que puede provocar futuro. Una sociedad sobre la base de la amistad. Ver cine juntos, leer y hablar sobre lo que leemos. Hay demanda de relacionarnos. 

¿Hay esperanza entonces?

Esperanza siempre hay. Se ha dicho que el cuerpo humano, respecto del futuro e incluso de la trascendencia, es más un impulso que una barrera. Te empuja hacia adelante. La esperanza es lo último que se pierde, a pesar del agotamiento del vigor corporal. El cuerpo y su estructura es la principal guía de pensamiento que tenemos. El propio cuerpo, con su fuerza y su vigor, mientras tiene futuro, es joven. Si no tienes futuro, te quedas en un sillón esperando dormirte como metáfora de la muerte. El vigor hay que alimentarlo porque el cuerpo responde a los alimentos. Y por eso hay que alimentarse bien, tanto en el aspecto fisiológico como semántico. Uno de los alimentos básicos es de qué hablamos. Si resulta que ‘Gran hermano’ es el programa de máxima audiencia, es un alimento que no puede producir más que colesterol mental y del otro, porque el cuerpo humano responde psicorgánicamente siempre, es una unidad completa. El cotillero es muy importante, pero no todos los cotilleos son iguales. Hablar unos de otros es importante porque pone en juego nuestros sentimientos pero debe hacerse poniéndonos en ello también, no como algo que es solo de otros, como una exhibición. Esa parte creo que se pierde porque solo las vemos tras las pantallas, y es importante que la gente no se retire tras las pantallas, que la única opinión no sea la de la televisión. Antes de la transmisión hay una realidad, y es misión del medio transmitir esa verdad porque si no, será todo una ficción construida

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