La misteriosa pregonera: "¡Que suba el alcalde, que yo no puedo!"

El informal
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Solo se sabe de ella que es 'groupie' de la Terremoto de Alcorcón, que se muestra en 'déshabillé' y, combina el arte del tacón con calcetín de mercadillo. Con esas señas de identidad prometía un pregón de Carnaval de Santiago de la Ribera fuera de lo común, inesperado y divertido cuando la rechoncha espontánea subió al escenario de la gala de elección de la reina carnavalera el sábado por la noche. Todo prometía sorpresa, ya que la identidad de la pregonera se había guardado más en secreto que el sumario del caso Noos.

 

Los presentadores entraron al juego de los equívocos, anunciando que la pregonera, que era la 'Terremoto de Alcorcón' no se había presentado y, por tanto, pedían a alguien del público capaz de pregonar el Carnaval de Santiago de la Ribera. Y apareció ella. Con ropa interior negra, collares, postizos y 'negligé' púrpura qur aireaba en sus breves y cada vez más descompuestos requiebros. Llegó un momento en que los calcetines de tenis bajo las sandalias de tacón fueron lo de menos.

"Soy seguidora de la la 'Terremoto de Alcorcón'", lo intentó la misteriosa pregonera aunque, entre virajes y vuelos de bata, la angustia le sobrevino de pronto y terminó por pedir auxilio cerrándose la bata con aprensión: "Que suba alguien que yo no puedo. Me he quedado en blanco. ¡Que suba el alcalde!".

El público estupefacto aún escuchó cómo el resignado presidente de la Comisión de Carnaval, José Carrió, subiría a entregarle un premio a la pregonera, presa de un ataque de nervios. Carrió, veterano ya en las lides del espectáculo carnavalero y con numerosas galas a sus espaldas, no cayó en el error de compartir escenario con la 'terremoto' del salto de cama. Se desconoce si el episodio del liguero terminó con una tila o directamente en asesinato porque, lo que es volver a verla, ya nadie lo hizo en la carpa. Podría quedar para la historia local como el pregón 'interruptus' aunque muchos dirán, y con razón, que ni siquiera llegó a empezar. Cuidado, artistas, con los pregones y actuaciones para auditorios locales, que por la zona del Mar Menor aún se recuerda la antológica noche de Viernes Santo en que el cantaor de saetas se emborrachó cuando tenía que salir a cantar al balcón de la plaza de San Pedro del Pinatar. En el límite del término municipal lo pusieron de patitas, con la cariñosa advertencia de que, si tenía que viajar por un casual a Alicante, se tomara la molestia de dar un rodeo por Cuenca.

Como diría Boris Izaguirre, no hay mal que no se olvide con plumas, tal como se aplicaron los ribereños a aplaudir a rabiar a sus musas en la elección de la reina de Carnaval de Santiago de la Ribera, que volvió a subir el listón de espectacularidad y coreografía.

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