Jesús Galindo Sánchez
El pasado mes de octubre dediqué uno de mis artículos al Mar Menor y a su delicada situación, así como a analizar algunas de las medidas que se estaban proponiendo para evitar su progresiva degradación, así como a aquellas otras que podrían tener alguna incidencia, pero de las que se hablaba menos.
Una de las principales causas, apuntada por el comité de científicos, como posible causante de los problemas de la “eutrofización”, es la producida por una carga importante de nutrientes procedentes de los nitratos vertidos en las escorrentías, y conducidos por diversos cauces y ramblas, que llegan a la laguna procedentes de los cercanos campos de cultivo, donde la agricultura intensiva ha propiciado un mayor riego de estas tierras y –en consecuencia- un mayor vertido de los caudales excedentarios procedentes de la desalación que se hace del agua extraída de pozos.
Pero también (apuntaba yo en dicho artículo) había que tener en cuenta el impacto que la filtración de las aguas subterráneas, procedentes del acuífero del cuaternario, estaban produciendo, ya que esas aguas podrían estar, al parecer, también contaminadas por los nitratos y abonos procedentes de los riegos y que al calar en el subsuelo estarían arrastrando estos nutrientes, junto con el agua, contaminando así este acuífero, y llegando –por un efecto natural de desnivel- hasta su lugar más bajo, es decir hasta el Mar Menor.
Pues bien, hoy ya conocemos con más detalle algunas de las conclusiones a las que diversos técnicos y científicos (en particular geólogos) han llegado tras analizar detenidamente un estudio hecho público por el “Instituto Geológico y Minero”, de España (dependiente del Ministerio de Economía), publicado en la revista científica ‘Environmental Reviews’, y cuyo principal autor es Joaquín Jiménez, un cartagenero que trabaja en el Laboratorio Nacional de Los Álamos (EE UU), quien –junto a otros cinco investigadores de distintas nacionalidades- ha desarrollado un trabajo nada desdeñable y enriquecedor que debería analizarse por parte de la Comisión Científica creada por el Gobierno Regional.
Sin entrar de lleno en los numerosos datos e informes que aporta, me voy a referir a aquellos aspectos que sean concluyentes y traten de aportar algo de luz sobre este problema que, con las últimas inundaciones de diciembre del pasado año, no ha hecho más que agravarse en estos últimos meses.
El citado estudio, en síntesis, viene a cuantificar la aportación subterránea de agua procedente del acuífero del cuaternario, y la cifra en 68 hectómetros/año. ¡Un 13% del volumen total de agua que contiene el Mar Menor!, y diez veces mayor que la aportación que se le atribuye en la actualidad a la Rambla del Albujón en superficie. Este dato, analizado recientemente en una conferencia muy interesante y enriquecedora, a la que asistí, y protagonizada por un técnico e investigador perteneciente a la Confederación Hidrográfica del Segura, fue el factor principal sobre el que se podría desarrollar una posible terapia tendente a solucionar uno de los problemas a los que hemos aludido: la “eutrofización” o falta de oxígeno en el agua.
Hasta ahora la mayor parte de las informaciones, que hemos conocido, sobre las medidas a implantar, están dirigidas a los vertidos en superficie (los denominados “filtros verdes” por ejemplo es buena muestra de ello). El sellado de los pozos y de los vertidos procedentes de los mismos es otro de los factores que inciden en estos procedimientos encaminados a cortar de raíz toda posibilidad que genere una escorrentía en superficie. Pero hasta ahora todavía es ínfima, por no decir nula, la información facilitada en relación con las consecuencias y sus posibles soluciones, de aquellas otras aportaciones procedentes de las aguas subterráneas. Por eso creo que es interesante que se abra este debate y que –al igual que existen significativas discusiones en relación a una serie de medidas propuestas- se abra la posibilidad de incluir esta nueva línea de investigación entre aquellas otras en las que ya se está trabajando.
Si, como atestigua el informe de referencia, la aportación de agua del subsuelo es tan importante; este hecho no haría más que corroborar que el ya citado acuífero está “hinchado”. Es decir, tiene tal cantidad de agua acumulada que rebasa los niveles naturales que había tenido hasta ahora y está “descargando” en la laguna, por un efecto propio de gravitación. De tal forma que la extracción de agua, por parte de los agricultores, de aquellos pozos (entre legales, alegales e ilegales) que existen en el Campo de Cartagena, no haría más que aliviar esta presión y bajar el nivel freático con lo que disminuiría la aportación hídrica que ahora existe. Esta situación, por tanto, contrastaría con la prohibición que este verano se decretó, por parte del organismo regulador, de extracción de agua de pozos que, en algunos casos, llevaba implícita la imposición de sellado de estos.
Cabría pensar, por tanto, al conocer esta nueva dimensión que nos ha aportado la reciente investigación aludida, si no sería más beneficioso permitir la extracción de agua de los pozos (con lo que disminuiría el nivel del acuífero), y terminar las obras de conducción de los vertidos (más conocidas por salmueroductos y a las que hacía también alusión en mi anterior artículo), y que supondría una inversión no muy costosa, con el objeto de conducir estos caudales a las desalinizadoras de San Pedro y Cabo de Palos para, una vez eliminados los componentes salinos y de nitratos, volver a verter esa agua en los canales de distribución que en la actualidad existen procedentes del Trasvase. Esta medida, que no sustituiría ninguna de las que se están proponiendo, posibilitaría la disminución de aportaciones acuíferas a la laguna a través del subsuelo y, al tiempo, permitiría disminuir el uso de caudales procedentes del Tajo, al reutilizar (tras su depuración correspondiente) las aguas ya utilizadas previamente.
Con este artículo no pretendo, ni mucho menos dar la sensación de que estoy ofreciendo la solución a tan complicada situación ¡ni mucho menos!; no soy la persona más documentada ni formada para ofrecer soluciones técnicas o científicas. Tan solo pretendo colaborar, desde mi modesta posición de ciudadano sensibilizado con este problema, en la aportación de opciones que los científicos e investigadores tendrán que valorar en su justa medida y extraer las conclusiones que sus expertos criterios les dicten. Por mi parte solo he querido aportar este pequeño granito, a que se conozca y se discuta sobre un aspecto (el de las aguas subterráneas) del que –reconozcámoslo- poco se ha dicho hasta ahora.
Jesús Norberto Galindo // Jesusn.galindo@hotmail.com