INMA BARRANCO
Tenía una calabaza en la despensa y como es víspera de la festividad de Todos los Santos pensé que lo mejor que podría hacer con ella, para celebrarlo, era una olla gitana. No sé ustedes, pero a mí me gusta a la manera tradicional: con sus garbanzos, calabaza, judías verdes, un tomate maduro, patatas y cebolla; unos pelos de azafrán, pimentón, aceite de oliva, sal, cúrcuma y pimienta. Aunque estos dos últimos ingredientes no son lo acostumbrado, los incorporo porque juntos forman una mezcla saludable. Para terminar, una ramita de hierbabuena y por supuesto, la pera.
La pera es lo que está pasando con los restos de Franco. A la familia le cuesta aceptar que su lugar es estar enterrado junto a los suyos. Y no es poco.
Pero no es esta la única polémica que escuchamos en la calle. Mientras removía el puchero, recordaba una tertulia de la radio entre quienes festejan el día de Todos los Santos y quienes prefieren Halloween. Ambas festividades van dirigidas al mundo de los difuntos y pretenden que sus almas encuentren el camino a su descanso eterno.
Unos opinan que se ha de respetar el primero, el día de Todos los Santos, porque es lo de aquí; lo tradicional. Lo de siempre, y no algo importado de América como Halloween. Otros, sin embargo, festejan Halloween: decoran sus casas y locales con motivos lúgubres, se disfrazan con trajes tenebrosos para causar espanto y van de casa en casa con el ‘truco o trato’ pidiendo caramelos o alguna propina.
En estos oscuros pensamientos andaba cuando vi en el frutero dos panochas, un boniato y unas castañas, así que lo cogí todo y lo metí a calentar en el horno para preparar una buena merienda. Recordé que antes de que Europa se convirtiese al cristianismo, por cierto, religión también importada, aquí lo que se celebraba cada 1 de noviembre era la festividad celta del Samhain (fin del verano). Se presume que los celtas vivieron en Europa Central y Occidental desde el 2000 a.C (fin de la Edad de Bronce) hasta el siglo I a.C., fecha en la que fueron aniquilados por las legiones romanas y los pueblos germánicos.
A pesar de la derrota, el Samhain siguió rememorándose desde el año 100 d.C en las pocas comunidades celtas que sobrevivieron: Irlanda, Galicia (España), Bretaña (Francia), Escocia y Gales. Con el descubrimiento del Nuevo Mundo, esta costumbre desembarca en Norteamérica con la llegada de los Irlandeses. En la actualidad, a esta celebración se la conoce como Halloween y se festeja en la noche del 31 de octubre en conmemoración de la entrada del Año Nuevo Celta.
En la festividad de Samhain, los antiguos celtas celebraban el fin de la temporada de cosechas y daban paso a la estación oscura, el invierno, símbolo también de apertura al más allá, a lo misterioso y día también en el que los vivos y los muertos pueden comunicarse. Es también un momento propicio para la adivinación y ver qué depara el futuro. Como ejemplo de esta costumbre los celtas dejaban comida y luces en las puertas y ventanas para guiar a los muertos, pues se creía que esa noche saldrían de sus tumbas buscando su antiguo hogar. De ahí, y continuando con esa tradición, los niños se disfrazan de zombies, muertos, brujas, espectros, etc., y van de casa en casa pidiendo dulces con la conocida frase de ‘trick or treat’ (trato o truco).
De manera que el 1 de noviembre, día de Todos los Santos es el día del Samhain cristianizado y Halloween, noche del 31 de octubre, no es más que la noche de víspera.
Y volviendo a mis quehaceres culinarios, y ya con todo asado y la olla gitana apartada del fuego, llego a la conclusión de que, al fin y al cabo, ambas celebraciones son lo mismo y las dos nos invitan a una reflexión sobre la muerte. Y la vida. A recordar a nuestros difuntos y a valorar a quienes tenemos aún a nuestro lado.
Pienso en los tertulianos que polemizaban entre una fiesta y otra y yo me quedo con todo, con mi guiso otoñal, con su sabor ocre, verde, amarillo, naranja y morado. Con una visita al cementerio y una noche de magia, disfraces y velas. Y cómo no, con esa sensación mágica de que tal vez, los del más allá hoy se acerquen un poquito a los que estamos acá y sean ellos quienes nos iluminen, por una vez, a nosotros.