Cabo de Palos, uno de los destinos más apetecibles para practicar ese deporte veraniego tan agradable que es 'terracear'. Famoso por sus cocinas arroceras y sus pescados frescos mirando a la bahía del puerto, con vistas al trasiego de los barcos que entran y salen campaneando. Otras ofrecen alternativas dulces, como la de Yemanjá, una de las terrazas de moda.
Si se deja al margen la culpabilidad por las calorías de más, en la agradable terraza de Yemanjá encontramos una carta de panqueques, el postre argentino con dulce de leche que hacía perder el sentido a Mafalda. Gofres con nata y chocolate o tortitas americanas pueden ser un energético para las largas jornadas veraniegas en el mar. En este bar con encanto sirven deliciosos mojitos de fresa y margaritas como compañeros ideales de una tarde con amigos o una noche bajo las estrellas que se reflejan en el mar Mediterráneo.
En el interior, un ambiente de chill out étnico, con luces que evocan el firmamento y detalles de mundos lejanos, amuletos y santones con velas encendidas que crean un ambiente agradable para la charla.
La terraza goza del ambiente deportivo por el privilegio de ser vecina de varios centros de buceo, que despliegan durante todo el día la actividad de monitores y clientes que llegan a iniciarse en el submarinismo o a vivir una aventura nueva descubriendo fondos que solo saben los expertos conocedores de las aguas abisales de Cabo de Palos, reserva marina única en el mundo por la fauna y flora y los pecios hundidos. El trasiego de los carros con las botellas de aire comprimido, a manos de submarinistas en traje de neopreno es continuo y da especial vida a las terrazas contiguas.
Mientras uno saborea un helado, un panqueque o un mojito, es muy posible que se cruce el gato Humphrey, un minino adoptado por los hosteleros del pueblo marinero, lo que le supone una buena vida a base de pescado fresco y algún que otro capricho. Dicen que Humphrey defiende su territorio y privilegio con uñas y dientes ante otros gatos arribistas, así que es fácil verlo contonearse con toda su chulería por su espacio soberano.
María Bethania, cantando a Yemajá, reina del mar:
